Así se vende Burgos

Angélica González / Burgos
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Con un conocimiento enciclopédico de la ciudad, mucha coña marinera y unas buenas deportivas, el guía turístico Nicolás Heras enseña el casco histórico a los turistas y les deja mudos de admiración y con ganas de volver

Siete menos cuarto de la tarde del sábado. Arco de Santa María. Un grupo de veinte viajeros se arremolinan alrededor de un tipo de aspecto torvo y con el pelo rapado y con cresta. Le escuchan con respeto. Él, Nicolás Heras, de profesión guía, ha recogido al grupo en el Centro de Recepción de Turistas de la calle Nuño Rasura y pretende que en una hora se hagan una idea cabal de lo que es Burgos y, sobre todo, que se queden con las ganas de volver. «Vean al fundador de Burgos, Diego Porcelos que fundó la ciudad en el año 884; más que fundar, lo que hace es unificar los burgos, que significa barrio, aldea, Luxemburgo, Rotemburgo, Friburgo, Hamburgo, Burguillos, Burgo de Osma, hamburguesa...», recita mientras todo el mundo tiene la vista puesta en las estatuas que adornan una de las puertas de entrada a la ciudad.

Risas entre el personal, que aprovecha el pequeño ínterin para recuperar el resuello después de haber bajado desde la plaza de Santa María a buen ritmo y antes de atacar el Espolón, la plaza del Cid con el puente de San Pablo, la Casa del Cordón -donde entra un minuto con toda la troupe-, la Plaza Mayor (donde aprovechará para enseñarles el comienzo de la calle de San Lorenzo y explicar con profusión los ingredientes del ‘cojonudo’ y la ‘cojonuda’ para que recuperen fuerzas después de la maratón) y La Flora. En la plaza de Huerto del Rey les hablará, claro, de la diosa, pero también del Monasterio de Las Huelgas para aprovechar el tiempo y les advertirá que no vuelvan por ahí por la noche «porque no tenéis edad». Un cachondo este Nicolás, que ha conseguido con su verborrea, sus anécdotas históricas, su precisión con las fechas y su agilidad tanto verbal como pedestre que haya varios visitantes que aunque se marchan al día siguiente, casi todos camino del País Vasco, hagan planes para volver lo antes posible porque se han dado cuenta de todo lo que les queda por conocer.

Es el caso de la pareja de cordobeses Luis y Elena, que se quedan admirados de lo que da de sí una ciudad a la que se la vendieron como «de paso». También están sorprendidos del calor que hace porque, dada la publicidad que acompaña a esta tierra sagrada, que no pocas veces se utiliza como plató para retransmitir las nevadas más tremendas de la temporada, ella ha venido vestida de invierno... andaluz, claro, nada de anorak. Aunque la chaquetilla no le sobrará por la noche.