Plazas

MARTÍN G. BARBADILLO
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"Utilizar las plazas como el salón de casa, hacerlas confortables y apetecibles. Por eso, el ayuntamiento podría llenarlas de bancos, o sillas-tumbonas como las que hay en Londres y París, permitir jugar al fútbol a los niños..."

Corralón de las Tahonas, en el casco histórico de Burgos. - Foto: Patricia

¿Qué es? Se trata de un espacio urbano público, más amplio que una calle y con funciones distintas, como veremos. Cada ciudad y pueblo tiene al menos una.

Edad. En la Prehistoria, las tribus agrupaban sus chozas alrededor de un círculo central que era el escenario de la vida comunitaria; los griegos tenían el ágora, los romanos el foro, en la Edad Media surgieron las plazas de mercados... Sirva como curiosidad el dato de que los bárbaros no construyeron plazas. ¡Bárbaros!

Hoy, plazas. Sí, porque son un elemento urbano de primer orden, como acabas de ver. Suponen la reivindicación del espacio público y su uso. Las calles sirven para llegar a otros lugares o ir a ellas a algo concreto, como comprar, pero las plazas están pensadas específicamente para estar, sin más.

Por eso te gustan, porque eres fan de no hacer nada. Lo dices como si fuese un defecto. Las plazas son un espacio concebido para el encuentro, el disfrute de la ciudad con otros, o su goce en calma y soledad. Son al urbanismo lo que el salón de una casa a la arquitectura: el lugar donde estar a gusto, con las zapatillas de cuadros de meter. Que haya algo pensado con ese fin ya tiene un valor.

En los salones pasan más cosas. Por supuesto, y en las plazas también. Son el plató principal del decorado de la ciudad, por eso acogen fiestas, desfiles, celebraciones, revoluciones u otros hechos históricos. Por ejemplo, aquí, la Plaza de Alonso Martínez contempló el 1 de octubre de 1936 la proclamación de Francisco Franco como 'generalísimo' (eso es modestia) del ejército sublevado. El acto se desarrolló en el interior del palacio de Capitanía, pero después el nuevo 'caudillo' (otro título humilde) salió a saludar al balcón a sus seguidores, que llenaban la plaza hasta arriba. Pero vamos al asunto.

¿Qué pasa con las plazas en Burgos? Bueno, lo primero que debemos decir es que no somos una superpotencia en el tema. Plazas hay, como en todas partes, pero no son el hecho relevante del urbanismo de la ciudad. No sucede como en León, por ejemplo, que tiene un montón de placitas pequeñas muy agradables en la zona antigua que empujan a estar en la calle. Tampoco hay cuadrados como las plazas de Armas de América Latina, invento español exportado, que configuran espacios enormes en el centro de la ciudad en los que pasa todo. La de Cuzco, por decir una, es una locura. Pero que no sean un elemento capital no significa que no merezcan una mirada; al contrario, en lo pequeño puede estar la maravilla.

Ilústrame. Te propongo, una vez más, un vagabundeo buscando los rincones idóneos para ese estar-sin-hacer-nada que tanto cuesta y a mí tanto me gusta. Pasaremos por alto las plazas más grandes y conocidas (Mayor, Rey San Fernando, Santa María, La Flora, Llana...) o la mayoría de las de los barrios nuevos; vamos a por lo exclusivo.

¿Por dónde empezamos? Por el principio. Si paseas entre la marabunta por la calle de La Paloma, en un momento, en los soportales, te haces el despistado y te metes por un pasadizo. Tiene su punto porque si no lo conoces, ni te imaginas a qué lugar vas a llegar. Y apareces en La Llana de Adentro, una placita empedrada, con otros dos pasadizos como salida, en la que no te extrañaría cruzarte con el capitán Alatriste. En décadas pasadas, acogía varios bares y de noche se llenaba. Hay ropa tendida en las ventanas y aromas de otra era. Un viaje temporal muy recomendable para empezar.

Suena bien. Y ya que estamos por ahí, vamos a afrontar una de las escasas subidas de la ciudad y plantarnos en el Corralón de las Tahonas, al que se accede también por pasadizos. Se ubica en San Esteban y fue corral de comedias en el siglo XVIII. Es curiosa, porque no es llana; tiene desnivel. Pero si te sitúas en el centro te entran unas ganas irreprimibles de declamar a Calderón de la Barca.

Ya estás alucinando, como acostumbras. Sigamos subiendo. Un poco más hacia el oeste, existe un lugar escondido fabuloso: la Plaza de Pozo Seco. Está justo detrás del Palacio de Castilfalé y tiene unas vistas de la catedral increíbles; parece que estás dentro de las agujas. Podría estar allí horas. Es un rincón soleado en el que nunca me he encontrado a nadie, así que no lo vayas cascando.

Soy una tumba. Pues precisamente en el siguiente lugar hay unas cuantas.

¿De qué hablas? De Las Huelgas, amigo. Un barrio que también te pega un empujón a otra época y a un estado mental de mucha tranquilidad. Allí, al final, cruzas un arco apuntado y desembocas en el Compás de Afuera, una plaza inmensa y enormemente desconocida por la población local. Te das de bruces con iglesia y monasterio, y cuando entras te da la impresión de que te van a nombrar caballero; hasta se pone más recto uno.

Iré encargando la vestimenta adecuada. Sería lo suyo. Después, para reposar, nos podemos acercar a otras plazas en zonas más modernas. En primer lugar, iremos a Río Vena, el barrio de 'rascacielos' de la ciudad. Es, en realidad, una sucesión de placitas entre edificios altos con espacios públicos a distintas alturas que le dan al conjunto un aire de película ambientada en el futuro. A mí al menos así me lo parece. Otro viaje temporal, este con otro destino, sin moverse de la ciudad.

Parece que me estás haciendo el casting para El Ministerio del Tiempo. Solo quiero que te relajes, pero te cuesta. Así que para terminar te voy a llevar a otro sitio con un encanto especial, totalmente ignorado.

Sorpréndeme. La Plaza Mayor de Illera, en la actual barriada de los Ríos. Es un espacio cuadrado, con soportales, que recuerda a una plaza rural en el estilo de los "pueblos de colonización" levantados durante el franquismo. Aquí dan ganas de sacar la silla para tomar la fresca y charlar con los vecinos.

Lo que a ti te gusta. Pues sí, aunque queda más erudito decir que se trata de lanzarse a recuperar el espacio público como elemento central de la convivencia. Es, insisto, utilizar las plazas como el salón de casa, hacerlas confortables y apetecibles. Por eso, el ayuntamiento podría llenarlas de bancos, o sillas-tumbonas como las que hay en Londres y París, permitir jugar al fútbol a los niños... Y dejarse de norias panorámicas y otras pamplinas.

No creo que te hagan caso. Pues llevaré mi propia silla.

Si quieres parecer integrado. O no, marca tendencia y sácate la silla y un libro.

Nunca, nunca, nunca... Dejes de buscar estos rincones. Aquí apenas hemos hablado de cuatro.