El enoturismo reclama que el Tren del Vino llegue a Burgos

I.M.L.
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Los más críticos consideran que la Diputación tendría que copiar este tipo de iniciativas para que la marca Ribera del Duero no se asimile solo a Valladolid

El último, y único, Tren del Vino que arribó a la estación del Montecillo fue en 2004, dentro de los actos organizados por Vinoselección en el Día del Vino. - Foto: Florentino Lara

¿Un Tren del Vino a la Ribera del Duero? ¿Pero si aquí no tenemos tren? ¡Ah, no, que es solo en Valladolid! Puede sonar a chiste, incluso de mal gusto para aquellos que reivindican que a la línea del Directo vuelva a la vida férrea, pero nada más lejos de la realidad. El sector enoturístico en la zona burgalesa de la Ribera del Duero acoge con estupor, cierto enfado y algo de resignación que esta propuesta para fomentar las visitas en torno a la cultura del vino se circunscriba solo a la zona vallisoletana. Los viajeros llegan en tren desde Chamartín a Valladolid, donde un autobús les recoge para llevarles a Peñafiel y su entorno, donde conocen bodegas y disfrutan de la gastronomía local, todos los primeros sábados de mes, entre febrero y diciembre.

Desde la Ruta del Vino Ribera del Duero explican que es un convenio que se lleva desarrollando desde hace nuevo años entre Renfe y la Diputación de Valladolid, que incluye rutas similares a las otras tres DO vallisoletanas. «Este tipo de propuestas es muy habitual en otros territorios vitivinícolas y la ruta es entidad participante y beneficiaria desde el minuto uno», reconoce Sara García, su gerente, que no deja pasar la oportunidad de reivindicar «mayor inversión en infraestructuras para toda la ruta porque estamos limitados solo al transporte por carretera».

Lo que se preguntan los negocios del sector del vino es porqué no se puede replicar esa iniciativa en Burgos. «Estamos dejando pasar el tren, nunca mejor dicho, ¿porqué no hace algo similar la Diputación de Burgos? Tendrían que hacerlo igual que la Valladolid para jugar en la misma liga», plantea Ana Belén Velasco, secretaria de la Asociación de Casas Rurales de la Ribera del Duero (Acriduero).

En la misma línea se posiciona Beatriz Hernando, de Ribiértete, que se pregunta «¿dónde está la Diputación de Burgos?». «En Valladolid lo hacen muy bien esto de aprovechar el enoturismo y ser Ribera del Duero, tendríamos que ponernos a su altura, porque es triste pero es así: Para muchos, Ribera del Duero es Valladolid», lamenta a tener de su experiencia en el negocio de las visitas y actividades en el ámbito del enoturismo.

Más tibio en su análisis se muestra el presidente de la Asociación Empresarial de Bodegas de la DO Ribera del Duero (Asebor), Íker Ugarte, que reconoce que «aunque no sea una visita directa, todo ayuda». «Es imposible que todas las iniciativas abarquen todo pero todo lo que sea en torno a la cultura del vino va a beneficiar a todo el mundo y, al final, aporta dinamismo, que es lo que hace que una zona sea atractiva para el visitante», plantea como reflexión.

En el lado de los restaurantes y asadores, se mueven entre el asombro y la resignación. «Si decimos que somos la capital de la Ribera del Duero, ¿qué hacen para demostrarlo? solo hay que ver los pocos visitantes que han venido por lo de la Ciudad Europea del Vino, y todo así», se queja un maestro asador de Aranda. En la comarca, piensan parecido. «Aquí tenemos la sede del consejo regulador y, si no es por el lechazo, pocas visitas nos llegan organizadas, sólo las que traen las bodegas», reconoce un hostelero raudense.