«Es una experiencia muy aconsejable y terrenal»

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Nuria Bravo tiene en acogimiento desde 2016 a María, que dentro de poco cumplirá 11 años. Al principio era de forma temporal, pero las circunstancias de la familia biológica lo han convertido en permanente

Nuria Bravo muestra el tatuaje que lleva en el brazo hecho a partir de un dibujo de María. Al fondo, la psicóloga Noemí Nieto. - Foto: Valdivielso

«Yo no he estado embarazada pero estuve nueve meses preparándome para su llegada. Por decirlo de alguna manera lo que tuve fue un embarazo emocional, por eso a María no la he parido pero es mi hija del corazón porque elegí tenerla, y así se lo digo a ella». Nuria Bravo es una trabajadora de Cruz Roja que de unos años a esta parte siempre tuvo en mente iniciar la aventura de un acogimiento familiar.

Escuchaba a sus compañeras las historias de los menores en riesgo y conocía a gente que se había animado a cuidarles en su casa, así que cuando decidió que ni iba a tener hijos ni los iba a adoptar pensó que esta sería una buena manera de ocuparse de un menor. Para ello, recuerda, hizo la extensa formación que se requiere y se sometió a todas las valoraciones psicosociales pertinentes. Y un martes le avisaron de que María necesitaba una familia. El lunes de la semana siguiente ya estaba en su casa y empezaba su vida común.

Estos casi siete años se le han pasado volando y con mucho terremoto emocional. Nuria era muy consciente de que en algún momento María iba a volver con su familia biológica y eso ocurrió. «Con la niña yo siempre he hablado muy abiertamente de esto, de que ella tiene su familia biológica así que cuando se marchó yo lloré y lloré mucho, pero lo hice sola». Por desgracia, después de siete meses se comprobó que las cosas no funcionaban con los parientes que quedaron al cuidado de María y volvió con Nuria: «Nuestra vida es muy normal, como la de cualquiera; vamos al colegio, a las extraescolares y pasamos los ratos libres con la familia y los amigos, a María le encanta montar a caballo y a veces lo hacemos. Hablamos con frecuencia de su familia biológica porque creo que es bueno para su salud emocional y también de la relación que nos une, que es muy especial. Desde el principio me llamó mamá y me pide que yo a ella le llame hija».

No duda en animar a quien lo esté pensando, que se lance a conocer el acogimiento. «Es una experiencia muy aconsejable... pero terrenal, es decir, que la gente tiene que saber a lo que va y tiene que saber que se puede encontrar con dificultades para las que Cruz Roja siempre va a echar una mano». Tan contenta está y tanto le ha cambiado la vida para bien que no descarta rotundamente acoger a un segundo menor de los que ahora mismo están en una vivienda compartida o en un centro. «A veces María me dice que quiere un hermanito pero yo le digo que con lo acaparadora que es igual no lo llevaría muy bien. Pero es una puerta que no está cerrada», dice, entre risas.

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