Buscan familia de acogida a 17 menores de hasta 14 años

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Separados de sus padres por causas que les ponían en riesgo, lo ideal sería para ellos un entorno familiar, pero hasta que no se encuentren voluntarios viven con varias ONG y en un centro de menores

Si no hay una familia, los niños viven en centros o casas de acogida. - Foto: Valdivielso

Son muchas las razones por las que un menor puede ser separado de sus padres por la Administración. Adicciones, negligencia en el cuidado, malos tratos, abusos... En esos casos, la Junta de Castilla y León, que es en la comunidad la responsable de la protección a la infancia, trabaja, primero, para ayudar a la familia con cursos de formación a recobrar las habilidades parentales con las que recuperar la normalidad y el buen cuidado de los niños, pero si esa medida no funciona y las circunstancias están dañándoles se opta por sacarlos del domicilio para evitar ponerles en riesgo. 

Se trata de una decisión muy dolorosa para todas las partes y no exenta de polémica ya que, en algunas ocasiones, se han producido abusos, algunos sentenciados por los juzgados. ¿Y dónde van esas criaturas tras salir de sus casas? Primero se explora la posibilidad de que queden al cuidado de la llamada 'familia extensa': abuelos, tíos, etc., y si no existe o no tiene capacidad para hacerse cargo se busca una familia de acogida. En este caso están ahora mismo 32 niñas y niños en la provincia de Burgos. Otros 14 están a la espera de que la administración regional encuentre en Burgos una familia con la que encajen y para ello trabaja con su programa de acogimiento familiar que gestiona Cruz Roja, y hay otros tres más también de aquí pero que por diversas circunstancias necesitan una familia en otra provincia. 

De esos 14 susceptibles de ser acogidos en Burgos, 10 tienen entre 10 y 14 años y cuatro, entre cinco meses y 5 años, y en la actualidad o están en las viviendas que las ONG Mensajeros de la Paz y Nuevo Futuro tienen en Burgos o en el centro de menores Gregorio Santiago. «El objetivo es que ningún menor tenga que vivir en un centro o en una vivienda compartida con otros menores pero, sobre todo los que tienen entre cero y seis años porque se trata de un periodo especialmente sensible en el que se establecen los vínculos emocionales», explica la psicóloga del programa de acogimiento de Cruz Roja de Burgos, Noemí Nieto, quien señala que entre esos niños hay un grupo de tres hermanos y que en estos casos siempre se trata de no separarlos, es decir, de que sean acogidos por la misma familia, algo que, reconoce la experta, no es sencillo.

¿Quién puede ser una familia de acogida? En principio, todas. Parejas y personas solas, que tengan hijos o que carezcan de ellos, heterosexuales u homosexuales y de cualquier extracción social. Nieto resume de una forma muy sencilla los requisitos necesarios para poder acoger a un menor: «Hay que tener sentido común, capacidad de dar afecto, saber poner límites y estar abiertos a recibir apoyo profesional». También apunta a que las familias aspirantes deben ser realistas con respecto a sus circunstancias y pone como ejemplo que si se tiene un trabajo muy exigente, con horarios imposibles, pues quizás no sea el mejor momento para plantearse un acogimiento de una niña o de un niño que necesita mucha atención. Con respecto a la ayuda económica, la Junta aporta a las familias una cantidad, pero es necesario que cuenten con los medios adecuados para mantener al menor independientemente de esta cantidad. «Muchos de los padres acogedores cuando empezaron el proceso ni sabían que tenían derecho a un dinero», apunta Nieto.

Porque esta figura es, sobre todo, un recurso de protección para el menor. «Por eso, la motivación genuina ha de ser la de ayudar a un niño en un momento de dificultad al que de una forma puntual están cuidando y acompañando y por el camino las personas se suelen llevar el regalo de la afectividad, de estrechar unos lazos de cariño importantes», añade la psicóloga, que con la trabajadora social Andrea Turiso compone el equipo técnico del programa.

Antes de acoger a un menor, las familias hacen una entrevista informativa con los profesionales y después es obligatorio que se sometan a una formación de entre 16 y 18 horas «para profundizar en el programa y reflexionar», cursos que no son vinculantes, ya que a posteriori pueden decidir no seguir adelante con el acogimiento. En ese tiempo se abordan todo tipo de materias vinculadas con la crianza y las relaciones personales y se escucha tanto a técnicos expertos en menores como a familias que ya han pasado por la experiencia de acoger.

El acogimiento es temporal -solo en casos muy puntuales se convierte en permanente- y durante ese tiempo los niños tienen contacto con sus familias biológicas porque es su derecho y porque les ayuda a entender su historia personal. Son más, además, los beneficios del acogimiento sobre otras formas de cuidado como las viviendas compartidas o los centros: Al menor le permite crecer en un ambiente familiar, recibir una atención individualizada y un desarrollo en un ambiente cultural y de socialización adecuado.

De los 32 menores que están en estos momentos conviviendo con una familia de acogida, solo en nueve casos se trata de un acogimiento permanente, que se produce cuando las técnicas concluyen que la familia biológica no está preparada para asumir el cuidado del niño.

Noemí Nieto lamenta que en España no exista, como ocurre en otros países «una cultura del acogimiento»; piensa que la sociedad es aún poco permeable a esta forma de proteger a los menores más vulnerables y, en este sentido, relata que se han dirigido a las Ampas de muchos colegios para dar charlas y no recibieron ninguna respuesta: «Ahora lo hemos intentado con el boca a boca y parece que hay alguna petición».

Durante todo el proceso del acogimiento la Administración acompaña a las familias. No solo ayuda a resolver problemas que vayan apareciendo sino que propicia el apoyo profesional y el encuentro entre personas que tienen un menor acogido en jornadas formativas.