Refugio espiritual

R. Pérez Barredo / Lerma
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El escultor burgalés Óscar Martín ultima 'Neolito', una gran escultura de bronce y aluminio de 900 kilos que se ubicará dentro de unas semanas en un espacio del HUBU destinado al descanso de familiares

El artista, sentado sobre su obra y con una réplica a pequeña escala de la misma. - Foto: Patricia

Entra a raudales la generosa luz de septiembre en el espacioso estudio del artista burgalés Óscar Martín. Adentrarse allí es como habituar un sueño onírico: ante nuestros ojos van surgiendo formas imposibles, esculturas de todos los tamaños y formas, un bosque hechizante que sólo puede recorrerse con asombro. No hay rincón que escape al caos en el estudio de Óscar Martín, que sin embargo emana cierta armonía, como si el azar hubiese sido ordenado y hubiera dispuesto cada cosa en el lugar que ocupa para darle a todo un sentido. Reina en la zona más luminosa la obra que está rematando, una formidable escultura de dos cuerpos que en pocas semanas pasará a ocupar un lugar de remanso en el Hospital Universitario de Burgos.

Eficanza quería hacer algo especial y Martín llevaba años dándole vueltas a una idea que le obsesionaba, una escultura de dos módulos en apariencia simétricos que, unidos, se proyectan en direcciones contrarias: uno hacia la tierra, otro hacia el cielo, contraste que poseen también los materiales, una pieza en aluminio y otra en cobre. Imbuido de un primitivismo telúrico, entroncando con los más atávicos altares de la Humanidad, Óscar Martín ha alumbrado para el HUBU este monumento. «Me parecía que esa comunicación entre el universo y el planeta tenía relación con el lugar que iba a ocupar, concebido como un espacio de recogimiento para familiares de enfermos. Lo he entendido así, como un elemento espiritual que renueve a quienes lo visiten y puedan recargar su energía», explica el artista.

Esta forma cúbica, primaria, geométrica y pulida como si por ella hubiesen pasados todos los siglos y la lluvia ha sido bautizada por el artista como ‘Neolito’. «Para mí simboliza algo ritual, en el sentido de agradecimiento a la naturaleza, a la vida, a esa conexión con el universo como hacían las culturas primitivas. Cuando uno va a un hospital pide a la naturaleza, al universo, a Dios que cuide a su familiar enfermo, y siempre se hace de forma recogida».

El escultor lleva seis meses dedicado a esta gran pieza, ya que el proceso es muy lento. Cada módulo lleva una estructura interior y numerosas capas que permiten consolidar el exterior antes de centrarse en el acabado, que es producto de una investigación con nuevas resinas, que son acrílicas, exentas de toxicidad, e ignífugas. En total, la escultura, cuyas piezas tienen unas medidas aproximadas de dos metros de ancho por cuatro de alto, pesa cerca de 900 kilos. «Para mí es una escultura muy especial, es un sueño hecho realidad. La había imaginado y bosquejado desde hace muchos años y verla ahora con su tamaño es especial», dice desde el interior de uno de los módulos. «Aquí te sientes recogido pero a la vez tienes ventanas para verlo todo».