Óscar del Hoyo

LA RAYUELA

Óscar del Hoyo

Periodista. Director de Servicios de Prensa Comunes (SPC) y Revista Osaca


La herida

26/02/2023

La inteligencia norteamericana avisa desde hace semanas sobre la posibilidad de que Rusia pueda atacar Ucrania. Dan fechas concretas que caen como las hojas del calendario sin que nada suceda, en una especie de calma tensa donde la comunidad internacional duda de si Putin será capaz de iniciar una guerra, que ya tuvo una primera parte en 2014 con la controvertida anexión de Crimea y el asalto del Donbás por parte de grupos separatistas armados y apoyados por el Kremlin. La madrugada del 24 de febrero de 2022 todo salta por los aires. El Ejército ruso comienza una operación especial con la que aspira a hacerse en unas semanas con el control de los territorios prorrusos que están controlados por Kiev. La paz se rompe en la vieja Europa donde regresan los fantasmas del pasado. Sirenas que anuncian bombardeos indiscriminados, ciudades y pueblos devastados para que ya no haya nada que defender, matanzas atroces ocultas por la tierra de innumerables fosas comunes y un éxodo sin precedentes de más ocho millones de personas que sitúan a este conflicto bélico como uno de los más cruentos desde la II Guerra Mundial. 
Ha pasado un año desde que Putin abriera esa herida que está alterando el orden geopolítico mundial. Es evidente que Rusia ha fracasado. No ha conseguido alcanzar sus objetivos con esa ofensiva relámpago que subestimó una defensa ucraniana que ha contado desde el principio con el apoyo de Occidente, tanto a nivel armamentístico como en lo que se refiere al bloqueo financiero con los paquetes de sanciones económicas -diez hasta la fecha- que con el tiempo van dando sus frutos. La contienda se encuentra en un momento de estabilidad y, al mismo tiempo, de desgaste. Son más de 250.000 las víctimas, entre muertos y heridos, que ha dejado la guerra. 8.000 civiles han perdido la vida.
El conflicto está desencadenando un movimiento constante de piezas en el tablero de ajedrez donde el equilibrio histórico de fuerzas se tambalea, en el que la OTAN ha despertado de su letargo tomando la iniciativa, y en el que China, socio natural de Moscú, prefiere dar la imagen de neutralidad, enrocada en una posición inteligente, sin mostrar su apoyo firme a Putin, presentando ahora un plan para un alto el fuego con el único objetivo de resguardar a su reina, manteniendo su estatus actual de gigante a nivel económico gracias a las multimillonarias operaciones comerciales que mantiene con distintos países de Occidente. En Pekín pesa hoy más el poder económico que la influencia ideológica. Habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos en los próximos meses. No hay que olvidar que casi el 80 por ciento de los ciudadanos chinos e indios reconocen a Rusia como un gran aliado. 
La posibilidad de lograr la paz se ha convertido en una auténtica quimera. Aunque no se están cumpliendo sus objetivos, Putin mueve de nuevo sus fichas, lanzando mensajes que inquietan a la comunidad internacional. En su último discurso ya no habla sólo de controlar el Donbás, sino que va más allá y deja caer la posibilidad de que la guerra no finalizará hasta que controle por completo Ucrania, una lucha por las «fronteras históricas», pese a que no toma una ciudad importante desde el pasado mes de julio. Está obsesionado con alcanzar la victoria, acusando a Occidente de comenzar el conflicto y cancelando el tratado de desarmen nuclear -Nuevo START- que aún estaba vigente entre Moscú y Washington. Incluso va más allá y advierte que si EEUU realiza ensayos con nuevo tipo de armamento estratégico, Rusia no se quedará atrás. El que fuera exagente de la KGB es imprevisible y su amenaza es un jaque en toda regla, ya que el Kremlin cuenta con unas 6.200 ojivas nucleares de las 13.000 que se calcula que hay en el mundo. Su potencial es tremendo y la sombra de una guerra nuclear, cuyos efectos sólo en las primeras horas los expertos fijan en 91 millones de muertos, es cada día más alargada.
Mientras, la OTAN se mantiene firme en continuar apoyando a Ucrania, con la promesa del envío de más armamento, algo que Kiev, por boca de su presidente, Volodímir Zelenski, reclama constantemente para poder hacer frente al enemigo, aunque la llegada de los ansiados carros de combate podría retrasarse hasta el mes de abril. Tanto EEUU como la UE tienen claro que el conflicto se decidirá esta primavera y no escatimarán en esfuerzos para que la victoria que busca desesperadamente Putin continúe siendo una utopía.
El conflicto va más allá de lo que reflejan los mapas. Las diferencias entre dos modelos antagónicos vuelven a aflorar y sirven de espurio argumento al Kremlin para justificar acciones bélicas, enarbolando la bandera de la defensa de su tradición frente a los vientos de libertad que llegan del Viejo Continente y desde el otro lado del Atlántico. Los analistas admiten que ni Rusia ni Ucrania están en disposición de ganar esta contienda brutal. La diplomacia es incapaz de cerrar la que ya es una de las páginas más negras de la Historia. La guerra fue, es y será una derrota para la humanidad.