Vigilan 107 casos de maltratadas con hijos 'vulnerables'

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
-

La mitad de las víctimas de agresiones machistas en seguimiento en toda la provincia de Burgos (928) tienen menores a su cargo y en 107 casos hay indicadores que dejan a los niños en una especial vulnerabilidad

Imagen de archivo de la manifestación celebrada por las calles del centro el pasado 25 de noviembre, día contra la violencia ejercida sobre las mujeres. - Foto: Patricia

El año 2023 terminó con un total de 928 casos activos de violencia de género en Burgos, según datos del sistema de seguimiento integral del Ministerio del Interior, conocido como VioGén, es decir, con 928 mujeres cuyas circunstancias tienen un seguimiento policial específico porque corren algún riesgo de ser agredidas por su pareja o expareja. La cifra supone un incremento de casi un 22% con respecto al año anterior, en el que fueron 762. De todas ellas, 470 tenían menores a su cargo, otro dato que también crece porque en 2022 las víctimas con niños fueron 375. En la estadística, que se publica trimestralmente, se señala, además, que hay 126 mujeres (77 el año pasado) cuyo caso es calificado como «de especial relevancia», lo que significa que la Policía y otros actores detectan una serie de indicadores que aumentan de forma significativa la probabilidad de que el agresor ejerza sobre la víctima violencia muy grave o letal, 113 con un riesgo medio y 13 de riesgo alto. 

Los hijos de todas las mujeres que sufren violencia machista ya entran en la ecuación de la protección, algo que no siempre ha ocurrido. De hecho, en la Ley Integral contra la Violencia de Género, que este año cumple 20 desde su entrada en vigor, no les incluía, lo que no fue remediado hasta 2015 cuando se aprobó la Ley de la Infancia y la Adolescencia. Desde entonces, respecto a estas criaturas que crecen o han crecido en un ambiente de malos tratos, VioGén especifica cuántos están en situación de vulnerabilidad y cuántos en riesgo, es decir, cuántos tienen factores que indican que la violencia que sufren sus madres podría extenderse a ellos. Los datos de la provincia de Burgos, en este sentido, son que en el primer caso hay 93 mujeres cuyos hijos son 'vulnerables' (74 en 2022) y, en el segundo, 14 (tres más que el año pasado) en los que los niños y niñas pueden ser víctimas directas de sus padres maltratadores, por lo que tienen una protección y una vigilancia más intensa por parte de los recursos sociales, policiales y judiciales.

Cuando se detectan estas situaciones, el Sistema VioGén genera una diligencia automática que se adjunta en el informe de valoración policial del riesgo en el atestado «al objeto de recomendar a la autoridad judicial y fiscal la práctica de evaluación adicional experta en el ámbito forense», según explica el Ministerio del Interior. 

La violencia que sufren las mujeres por parte de sus parejas o exparejas deja un enorme poso en los niños. Hay terapeutas -la psicóloga Sofía Czalbowski es una de las más prestigiosas y en 2011 estuvo en Burgos en un acto sobre el particular organizado por la Concejalía de la Mujer y el Consejo Sectorial- que equiparan en algunos aspectos las secuelas que dejan a las que se producen por un conflicto bélico.

Las coincidencias entre pequeños que han visto a sus padres agredir habitualmente a sus madres y aquellos que sufren una guerra están muy relacionadas, sobre todo, con las consecuencias de vivir una situación tan estresante.

Así, son muy similares los sentimientos de soledad, los trastornos de la conducta alimentaria, los dolores de cabeza recurrentes, los miedos y pensamientos intrusivos que les ponen en alerta en cualquier situación y el bloqueo o el estado depresivo que padecen unos y otros. Lo que les diferencia -según la experta- es que los niños que viven bajo las bombas saben quién las dispara, quién es el enemigo, mientras que los hijos de mujeres maltratadas tienen sentimientos ambivalentes hacia el agresor, hacia su padre, y puede que, incluso, lleguen a culpar a la madre de la situación en algunos momentos.

En la Asociación para la Defensa de la Mujer La Rueda conocen muy bien este fenómeno y desde hace años tienen un programa específico dirigido a las niñas y los niños que viven o lo han hecho en entornos de violencia machista contra su madre. Se llama Parapente y está diseñado de forma expresa para acompañar a menores entre los 3 y 16 años, cuyas madres estén en proceso de recuperación personal por haber sido víctimas de violencia de género. Incluye, además, una escuela de madres en la que se debate y se ofrece información de relevancia para que tengan estrategias de enfrentamiento de las situaciones traumáticas que puedan sufrir o protagonizar sus criaturas. 

Parapente incluye la lectura de cuentos infantiles que trabajan aspectos sobre la igualdad como el intercambio equitativo de tareas; se emiten películas para el aprendizaje de valores o se llevan a cabo distintos role playing, anglicismo que se refiere a la interpretación de diversos papeles por parte de los menores para que sepan analizar las diferentes situaciones que se pueden encontrar. También se trabaja con las psicólogas cómo gestionar las emociones y se enseñan pautas de conducta adecuadas. El año pasado se incorporaron 16 chavales al programa, que tiene una duración pareja al curso escolar y es una cifra parecida la que atienden todos los años. 

Para la presidenta de la entidad, Laura Pérez de la Varga, es un significativo avance que el Sistema Viogén del Ministerio del Interior incluya esa protección adicional a los menores «teniendo en cuenta que fueron olvidados por la ley durante muchos años» y pone en evidencia que la violencia de género «les afecta en su desarrollo»: «No es infrecuente que nos encontremos con mujeres que no dan el paso de romper una relación en la que están siendo víctimas de violencia porque temen el impacto que una separación pueda tener en sus hijos con respecto al cambio de vida que van a sufrir, de colegio, de entornos, etc.». El año pasado, La Rueda atendió a un total de 370 mujeres, algunas de las cuales -matiza Pérez de la Varga- no han sido víctimas de violencia de género «conforme a lo que dice la letra de la ley» sino que tienen unos grandes factores de vulnerabilidad por su trayectoria en la que ha podido haber otros episodios anteriores de malos tratos.