Muralistas que riegan de color la vida

I.P. / Burgos
-

Los artistas burgaleses Esteban Espinosa (Tinte Rosa), con 'Amamanto', y Christian Sasa, con 'Liduvina', están entre los 100 mejores artistas del mundo de 2023 y compiten ahora por el título absoluto

Esteban Espinosa y Christian Sasa. - Foto: Alberto Rodrigo

Curiosamente estos dos jóvenes que llevan unos años en la cresta de la ola del muralismo, no se conocían personalmente hasta hace cuatro días, cuando Diario de Burgos les ha reunido para hablar de su vida y milagros, o dicho de otro modo, para husmear en su interior para conocerlos mejor, saber cómo llegaron a este mundo del arte callejero, por qué pintan paredes, que les interesa representar, como se pasa de hobby a trabajo, su evolución desde adolescentes grafiteros hasta hoy y como viven el reconocimiento que les da estar entre los mejores del mundo.

Y que están en la élite lo subraya el hecho de que alguno de sus murales ha estado nominado entre los mejores del mes por la plataforma Street Art Cities, quedando en los primeros puestos lo que les permite optar a ser el mejor del mundo del año, como sucede actualmente. Ambos reconoce que aunque no han coincidido pintando, cada uno sigue el trabajo del otro y se admitan mutuamente. Están orgullosos de llevar los nombres de Burgos y Miranda por el mundo del arte callejero y reconocen el gran nivel de los muralistas españoles.

Ellos son Christian Sasa y Esteban Espinosa, creador de la marca Tinte Rosa. Así, el año pasado el trabajo del primero titulado Liduvina, pintado durante el Festival Pollogómez, en la localidad de Villangómez, quedó tercero mejor del mes de octubre, mientras que Amamanto de Tinte Rosa, se alzó al primer puesto en noviembre. Esta obra se ubica en una pared de la calle Ronda del Ferrocarril de Miranda y su protagonista en una madre dando el pecho a su bebé; fue un encargo de la asociación de apoyo a la lactancia materna y lo pintó durante la semana dedicada a reivindicarla. Ahora, ambos compiten por ser el autor del mejor de 2023, entre un centenar de murales. Las votaciones en Street Art Cities están abierta hasta el día 31 de enero.  

Esteban Espinosa, delante de su mural 'Amamanto', en Miranda. Esteban Espinosa, delante de su mural 'Amamanto', en Miranda. - Foto: Alberto Rodrigo

Tinte Rosa ya ha saboreado las mieles del triunfo en otras ocasiones. Su mural Artista vocacional, pintado en su ciudad, quedó el primero del mes de octubre de 2021 y finalmente, el sexto mejor del mundo ese año. También presume de ranking Christian Sasa, que ocupó el séptimo puesto mundial en 2022 con Los bizcochos de Carol, un mural que decora la pared de una tienda en el barrio burgalés G-3. 

A la espera del desarrollo de las votaciones, los artistas no se obsesionan por ellas, aunque reconocen que es una forma de dar visibilidad a su trabajo y supone su proyección más allá de la provincia burgalesa; de hecho, ambos ya han salido a pintar fuera de nuestras fronteras y ahora mismo, su plan de trabajo está prácticamente completo para los próximos meses.

Esteban Espinosa (Tinte Rosa)

Christian Sasa delante de su mural 'Liduvina'. Christian Sasa delante de su mural 'Liduvina'. - Foto: Alberto Rodrigo

El chico que se ganaba 100 pesetas pintando a Spiderman

Empezó a pintar siendo Esteban Espinosa, un niño nacido en Miranda -hoy tiene 38 recién cumplidos-. Siempre se recuerda así, pintando; su padre tenía una peluquería y allí se iba en cuanto salía del colegio y dibujaba a los personajes de los cómics que su padre le ponía delante. «Si me copias a Spiderman te doy 100 pesetas». ¡Y vaya si fue llenando la hucha!

A los 14 años, su lienzo dejó de ser un papel y pasaron a serlo las paredes de Miranda, que buscaba con sus amigos y donde dejaba impresa su firma con sus espráis. Esteban considera que su primer grafiti con esa edad lo plasmó en una pared -a la que hoy sigue yendo- con la frase Con el Miranda, cada partido me vuelvo a enamorar. Entonces se hablaba de grafitis -una actividad prácticamente ilegal-, no de murales, aunque una cosa lleva irremediablemente a la otra en quien tiene talento, claro, como Esteban. El grafiterismo ha estado vinculado muchos años con el vandalismo, con manchar más que pintar, con un acto carente de calidad. Ahora ya hablamos de otra cosa, hablamos de arte.

¿Cuántos murales lleva pintados desde entonces este mirandés? Dice que perdió la cuenta a los cien con 15 o 16 años; ahora serán unos 1.500 los que decoran las paredes de su Miranda natal, y otras muchas ciudades, incluida alguna de Vietnam. Ahora, dice, pinta mucho en el País Vasco. «No te acuerdas tanto de los que has pintado, sino de las experiencias vividas», asegura Tinte Rosa, la marca que creó hace unos 7 años para profesionalizar un trabajo por el que cotiza y del que vive. «Pasé de un hobby a un trabajo, y de grafitero a muralista», recalca, aunque reconoce que sigue buscando paredes para pintar algo que a él le motive, por lo que afición y trabajo se dan la mano en su actividad.

Y si habla de experiencia no puede dejar de recordar aquella vez que estaba pintando en la pared de una huerta y llegó el dueño; no es que le gustara mucho, pero le dejó hacer, se metió al huerto y al salir se quedó mirando el dibujo y soló un «pues no está mal». Le dio 10.000 pesetas. En ese momentos, intuyó que podía vivir de pintar, que lo que hacía tenía un precio. «Hay personas que pasan por tu vida fugazmente, pero te marcan. Él fue una de ellas», recalca.  

Con 'Amamanto' ha utilizado el   anamorfismo; se  ve desde una sola perspectiva»

Esteban sigue teniendo 'sus' paredes donde pinta lo que le apetece, «en sitios donde no moleste ni me molesten», mientras Tinte Rosa hace murales de encargo, pero también decora locales, bares, fachadas, tiendas... Miranda es una explosión de color gracias a él.

Para la Plataforma Street Art Cities es la faceta creativa en los muros lo que busca que impacte, «siempre que sea artístico», remata Espinosa, que añade que la entidad suele buscas murales verticales. Pero los muralistas, como este o Sasa trabajan ajenos a esta plataforma y de hecho, se enteran de su posible nominación por redes sociales generalmente, al menos en el caso del mirandés que reconoce que vio por instagram que le habían etiquetado por el mural Artista Vocacional. Ahí descubrió el 'poder' de esta plataforma en el arte callejero, aunque en realidad dice que discrepa de la valoración de Street Art Cities y asegura que él ni se considera mejor ni peor que otros; de hecho cree que «debería decirse el mural más votado, no el mejor porque lo vota la gente, no los expertos», Sea como sea, él ya está en esa élite mundial.

Y mientras espera que avancen las votaciones -ahora va tercero-, le gusta hablar de Amamanto porque con este mural ha experimentado una nueva técnica, el anamorfismo. En blanco y negro, está pintado en una esquina que apenas se percibe y el dibujo solo se puede ver completo desde un único punto. Esta técnica la ha 'copiado' de uno de sus muralistas preferidos, el leonés D2.0. Admira a muchos, pero le pongo en un aprieto y le pido nombres. Se aventura y me habla de SmugOne y Tristan Eaton, entre los extranjeros, y de los nacionales se queda con DA2.0 y Lalone.

Christian Sasa

El buscador de la mirada en sus personajes

Christian Sasa (de Saldaña y Santos, sus apellidos) es burgalés con raíces en Tardajos. A sus  34 años, no recuerda un día en el que no haya dibujado algo; de niño era su manera de entretenerse, de jugar. Sin embargo, le cuesta buscar en la memoria aquella primera pared en la que dejó su impronta cuando salía con sus amigos a buscar lugares abandonados, «pero era muy niño», y reconoce que desde sus comienzos, enfocaba más su obra por el dibujo que por las letras. 

El salto del grafitero al muralista fue algo gradual, un desarrollo natural, «alguien te encarga una cosilla o te ofreces a decorar una fachada, la gente lo ve y se va corriendo la voz», dice para añadir que «es entonces cuando te das cuenta de que gusta lo que haces». Durante años, Sasa compaginó el muralismo con trabajos en fábricas o lo que salía, pero los encargos se iban sucediendo y llegó un momento, hace 6 años, en el que decidió hacerse autónomo y pasar a la profesionalidad. 

Aunque reconoce que no le va lo de 'competir', «porque el arte no es para eso, sino para expresarte», entiende que plataformas como Street Art Cities «da mucha visibilidad a artistas que quizás no tenemos renombre internacional». 

Me atrae el realismo porque me parece un   reto conseguir   ese efecto óptico»

En los últimos años su nombre está vinculado a otros dos que le han dado notoriedad, Carol y Liduvina. Con el mural que decoró la tienda del G-3 quedó el séptimo mejor del mundo y con Liduvina, el tercero de octubre pasado. Aunque ha dibujado de todo, en ambos trabajos queda claro cuál es el estilo que siempre le atrajo y ahora le mueve como artista, el realismo, «me parece lo más complicado, poder llegar a conseguir ese efecto óptico», explica. Y es que, efectivamente, mirar los bizcochos es oler y sentir el chocolate en la boca, mientras que en el mural de Villangómez, te llega el calor del fuego. Pero hay algo más que le interesa: captar la mirada de los personajes de sus murales. 

Sasa es autodidacta, no ha estudiado nada relacionado con el arte, porque el arte estaba ya en él desde niño. La mayoría de sus obras están en la capital y provincia, pero viaja a otras regiones e, incluso fuera, como a Polonia.

Prácticamente trabaja en encargos, pero le gusta tener esas paredes donde «pintar lo que me da la gana». Tiene tantos muralistas a los que admira que le cuesta dar nombres; al final menciona a Smug, Dulk y Sebas Velasco.