«La memoria es extraña, miente y altera las cosas»

I.L.H. / Burgos
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Luis Landero • Escritor, presenta esta tarde 'El balcón en invierno' (Tusquets)

Hijo de agricultores extremeños que emigraron a Madrid, Luis Landero consiguió con su primera novela, Juegos de la edad tardía, los premios de la Crítica y el Nacional de Literatura. Después vinieron títulos como Caballeros de fortuna, El mágico aprendiz, El guitarrista, Hoy, Júpiter, Retrato de un hombre inmaduro o Absolución, entre otras publicaciones.

«Ayer comencé a escribir mi nueva novela, y aunque al principio las cosas iban bien, e incluso me abandoné a deliciosos raptos de euforia por la facilidad con que despachaba los primeros compases del relato, luego, al apurar la tercera Mahou de la mañana y al leer de un tirón lo que acababa de escribir, y según leía, me fui poniendo cada vez más y más triste, hasta que al llegar al final me sentí profundamente abatido, como nunca en mi ya larga vida de escritor». Así arranca El balcón en invierno, el libro con el que Luis Landero (Alburquerque, 1948) decide renegar por unas horas de la ficción para abordar su vida en su literatura. Con un uso impecable del castellano y una deliciosa manera de narrar, Landero habla consigo mismo para preguntarse cómo llegó a ser escritor. El autor presenta el libro esta tarde en la Sala Polisón, a las 20:30 horas.

¿Qué le provoca ese desencuentro con la ficción?, ¿es algo concreto o es el momento?

Son esas súbitas bajadas de ánimo que ocurren en la vida, en los trabajos que más amas y hasta en las personas que más quieres. No fue, en todo caso, una renuncia definitiva -ahora mismo estoy escribiendo una novela-, pero sí fue uno de esos momentos de desánimo. Escribir es una tarea solitaria que está expuesta a toda serie de espejismos. Fue una crisis, pero momentánea.

Lo que quizá sea diferente es decidirse a contarlo.

Es lo que me pasó y quise que formara parte del relato. Estaba empezando una novela y me entraron ciertas dudas.Pero eso es lo bueno de escribir. Escribir te muestra de pronto caminos insólitos y donde pensabas que no había nada, hay mucho, y de repente me di cuenta que tenía el relato de buena parte de mi vida.

Supongo que la novela en la que ahora está metido nada tiene que ver con la que desterró...

No, no, en absoluto. He renunciado a esa novela porque me parecía que no conectaba con ella. Estoy con otra historia, porque además sin escribir no sé estar.

Su desencuentro era con la ficción, pero ¿no cree que en una crónica familiar mienten los recuerdos hasta desvirtuar la realidad?

La que miente es la memoria. La memoria es extraña y altera cosas. La verdadera loca de la casa no es la imaginación, sino la memoria. Recordamos hechos que no estaban llamados a perpetuarse, por ejemplo. Las leyes que gobiernan la memoria son completamente desconocidas. Es un misterio. Pero hasta donde alcanza mi memoria yo desde luego no he mentido. Aunque es verdad que los recuerdos desvirtúan la realidad porque miras tu vida a través de las lentes deformantes de lo que has vivido después.La memoria y la nostalgia hacen que efectivamente el pasado a veces se sublime y a veces se degrade. Pero, claro, yo cuento lo que recuerdo porque tampoco puedo contar otra cosa.

¿Le ha resultado más fácil escribir sobre sí mismo que inventarse algo?

Sí, me ha resultado más fácil. Pero no porque crea que es más fácil, sino porque sencillamente de pronto encontré el tono, la música verbal. Además creo que ese relato estaba en mí desde hacía tiempo. Hay determinados hechos fundacionales en la vida de uno que de algún modo deciden tu vida y tu destino y que estaban ahí. Como si se hubieran ido cociendo a fuego lento. Y llega un momento en el que te das cuenta de que el libro está ya escrito. Lo que estaba contando estaba tan maduro en mi inconsciente que me salió todo con una facilidad pasmosa, como si me lo dictaran. Este libro, por tanto, me ha regalado unos meses de felicidad y por eso le tengo cariño. Bueno, a éste y a otros porque para mí la única manera de ser feliz es escribiendo y la única manera de ser desgraciado es cuando no me salen las cosas.

En 'El balcón en invierno' se pregunta cómo llegó a ser escritor alguien de un pueblo que se crió sin libros. ¿Ya lo sabe?

He intentado explicármelo hasta donde se puede explicar. El enamoramiento ante las palabras y la belleza del lenguaje... Algo debió de ocurrir... El arte en general nace de la insatisfacción, pero no trato de dar con la respuesta, trato solo de recordar ese camino sinuoso.

¿Qué fue del guitarrista que había en el escritor?

El guitarrista se cortó las uñas como los gatos que no cazan ratones -ríe-. Desde que murió mi primo Paco, que aparece en la novela y es el que me enseñó a tocar la guitarra, la tengo muy abandonada. Creo que llevo tres o cuatro años sin sacarla de la funda. El guitarrista es como el poeta que se convierte en lector porque sabe que no va a ser buen poeta.

¿Qué ve Landero hoy desde el balcón?, ¿qué país observa?

Veo un país esperanzado con los cambios que se avecinan, lo que me parece muy bien porque yo participo de esa esperanza, pero por otro lado tengo miedo de que este país se sienta defraudado.

¿Estamos siendo sinceros con nuestros recuerdos?, ¿sabemos mirar atrás y reflexionar sobre lo vivido?

Este país es muy curioso porque antes de la crisis todos decíamos maravillas de la Transición y con la crisis echamos pestes de este periodo. Como decía Unamuno en este país pasamos de lo cursi a lo basto en un momento. Llevamos décadas dándole vueltas a todo y los partidos emergentes se han dado cuenta de que queremos construir un país que funcione, no mucho más.

Entre la esperanza y el temor a ser defraudado, ¿qué le pesa más a usted?

Soy escéptico. Es absolutamente necesario que los partidos emergentes gobiernen para saber cómo lo hacen, porque si no vamos a vivir en la utopía. Es necesario que bajen a la realidad. Me parece estupendo que Carmena gobierne en Madrid, ojalá. Tenemos que saber de qué va cada uno;que descubran sus cartas.