María Jesús Jabato

Señales de vida

María Jesús Jabato


Mikolajczak

10/02/2023

Una de las últimas tarde-noches de enero, desangelada, fría y abstraída, Mateusz MiKolajczac, alumno de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, posaba sus manos de largos y blanquísimos dedos sobre el piano del auditorio del Círculo, venido a Burgos, de la mano de la Sociedad Filarmónica. Bach, Haydn, Chopin, Rachmaninov y Liszt en el programa del concierto. Con inspirada precisión y seguridad, ya con dulzura, ya con calculada violencia, aunando técnica y sentimiento, el talentoso pianista hacía sonar el magnífico Stenway de la sala, arrancándole variedad de colores y matices musicales con pasmosa facilidad y pericia, en una interpretación brillante, diáfana y pura.

Cuando concluyó su excepcional y luminosa actuación, el público melómano de la Filarmónica lo premió con una larga y sincera ovación, sintiendo, no obstante, que el homenaje de respeto y admiración se quedaba corto. El joven Mikolajczac, de perfil fino y anguloso, leve como un suspiro, recogía su cabello suavemente ondulado tras la oreja en gesto agradecido y emocionado, y respondía a los aplausos doblándose como un junco negro ante el público.

Generoso, ofreció un bis, un Nocturno del inmortal Chopin, que en un trastabillado español dedicó a María Ángeles Ayala. El pianista no la conocía, pero eso no importa. Era la socia de más edad de la Filarmónica, que había fallecido unos días antes. Su familia dio aviso de su muerte en la prensa, en una esquela personalísima: Murió en el Paseo de la Isla, a los 97 años, con una ejemplar serenidad y fe, en un amoroso abrazo, mientras sonaba Chopin. En el texto funerario se decía que era socia apasionada de la Filarmónica. La melodía del Nocturno elevaba al cielo la delicada lírica chopiniana, con pasión, con melancolía, con ternura, y en un lamento íntimo y profundo, no exento de dramatismo e incontenible emoción, Mateusz Mikolajczac tocó la última nota inclinado sobre el piano, el cabello vencido sobre el rostro, la tez pálida de luna, como un Cristo en agonía que exhala el último suspiro. Nunca nadie tuvo un homenaje más bello.

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