Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


De verano

19/06/2023

Después de todo el trajín en el que nos hemos visto envueltos en estos últimos meses, el sábado se celebraron al fin las preceptivas sesiones de investidura en nuestros ayuntamientos, en los que se repartieron medallas y varas de mando con las debidas formalidades. Ya tenemos alcaldes y alcaldesas: un problema menos para ellos, libres al fin para zambullirse con desenfado en el torbellino electoral que ya ha empezado a girar de nuevo, y también para nosotros, que nos merecemos ir pensando en el verano que pasado mañana hará acto de presencia entre nosotros, ese futuro promisorio de noches estrelladas y amoríos fugaces cantado sin cesar por los poetas y con el de zagales soñábamos sin descanso durante todo el año. 

Claro que los veranos, como nosotros mismos, han cambiado una barbaridad en los últimos tiempos, y, entre otras cosas, ha dejado de resultar obligada esa chaqueta de entretiempo con la que hasta hace no tanto siempre salía de casita en agosto todo burgalés dotado un mínimo de sensatez: las olas de calor son cada vez más comunes e intensas, y los meteorólogos alertan de un estío abrasador y más largo aún que el del año pasado. Hace muchos años que Indurain ya no gana el Tour mientras nos echamos la siesta, y también nos hemos quedado sin canción del verano, estrambótico subgénero musical antaño alentado por las radiofórmulas y hoy devorado por los modernos hábitos de consumo. Ya ni siquiera nos sentimos obligados a bajar las persianas para informar a los cacos de que nos hemos ido de vacaciones, pues basta con publicar en las redes sociales un par de fotografías de nuestros herederos mojándose los pies en la mar océana para dar aviso a quien corresponda de que estamos pasando unos días en Suances.

Aquellas venerables costumbres son sustituidas hoy por novedades tan insólitas como las cercanas elecciones generales, que se celebrarán en plena canícula y que van a obligar a los responsables de promoción comercial de los partidos políticos a cambiar las banderitas y los mecheros de gas por botellines de agua y españolísimos abanicos. Incluso puede ocurrir que nos sentemos en una terraza a tomarnos una cervecita y unos boquerones fritos y, en vez de una de Georgie Dann, suene el himno de Vox. Qué le vamos a hacer; a todo ha de hacerse uno.