El Banco de Alimentos compra leche por si falta en verano

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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El descenso de la producción en las empresas por la inflación y la sequía ha hecho que se desplomen los excedentes que utiliza esta entidad para abastecer a organizaciones sociales

Imagen del pasado miércoles del Banco de Alimentos de Burgos. En las estanterías ya se pueden ver las cajas de leche adquiridas para poder suministrar a las asociaciones hasta septiembre. - Foto: Valdivielso

El incremento de los precios de las materias primas que se ha venido experimentando en los últimos meses y la sequía que ha azotado al campo español ha hecho que las empresas alimentarias hayan reducido la producción y, por tanto, que se hayan desplomado los excedentes que, hasta ahora, utilizaban para donar al Banco de Alimentos. La entidad está en estos momentos abastecida, pero ha hecho, por ejemplo, acopio de leche ante la sospecha de que pudiera faltar este verano. «Parece ser, según nos informaron desde el sector, de que va a estar un poco restringida aunque no se teme que esto ocurra a largo plazo, más allá del verano. Así que hemos hecho un cálculo y tenemos ya el producto cubierto por lo menos hasta septiembre. Lo hemos comprado con parte de los fondos que nos donaron durante la Gran Recogida que realizamos en noviembre», afirmó Ana Ruiz, su coordinadora.

Se refiere a la campaña que se desarrolló el pasado mes de noviembre y que ya no consistió en que cada quien comprara algunos productos para donarlos en las puertas de los supermercados donde esperaban los voluntarios con grandes cajas, sino en que se hicieran aportaciones en metálico. Así, se recaudaron 157.000 euros, parte de los cuales se han utilizado ahora para comprar la leche suficiente para que no falte durante todo el verano. Ruiz -que indicó que este sistema de recogida tiene muchas ventajas sobre el anterior-, explicó que hasta ahora se ha gastado menos del 50% de esa cantidad. En este sentido, volvió a agradecer la generosidad de la ciudadanía e informó de que ese dinero «está viniendo muy bien para que el Banco de Alimentos de Burgos no esté desabastecido».

También está siendo «muy difícil» conseguir azúcar y aceite. «Hay otras cosas que no tenemos mucho en stock. Por ejemplo, ha costado un poco encontrar conservas de judías verdes, pero ya las tenemos», añadió Ana Ruiz, que no se muestra preocupada por la situación: «En un momento dado, si hay que apretarse el cinturón nos lo apretamos todos y si la cesta de la compra es un poquito menos variada tampoco pasa nada».

La cesta básica incluye productos como los ya citados -azúcar, aceite y leche- pero también pasta, arroz, fruta, verdura, fiambre, carne, pescado, huevos, conservas y caldos y otros productos como mermelada o crema de avellanas y cacao para los hogares donde hay niños pequeños. 

Aunque la misión fundacional y fundamental del Banco de Alimentos -Ana Ruiz lo recalca- es evitar el desperdicio de alimentos, tiene también una derivada solidaria (por la que más se le conoce de forma popular) y es que hace de correa de transmisión de los excedentes de la industria alimentaria y las familias más empobrecidas a través de entidades sociales y nunca de forma individual. 

Cáritas es una de estas asociaciones. Los cuatro economatos que tiene en toda la provincia (2 en Burgos capital, uno en Miranda y otro en Aranda) se abastecen de productos del Banco de Alimentos pero también del Fondo de Garantía Agraria (FEGA) de la Unión Europea, y, de forma más puntual, de donaciones de empresas o supermercados. Además de todo eso, también compra, y este año, debido a las mayores dificultades del Banco de Alimentos y a que del FEGA ha empezado a no llegar ni aceite ni azúcar, esas adquisiciones de comida han crecido. Tanto, que se ha tenido que hacer una importante ampliación presupuestaria, como asegura su responsable de Acción Social, María Gutiérrez. 

Replanteo del modelo. «Es verdad que hemos notado que ya hay muchas cosas que el Banco de Alimentos no nos puede dar en la misma cantidad que antes y para mantener los economatos hemos tenido que hacer un incremento presupuestario serio», precisa. Además, 2023 será el último año en el que el FEGA entregue ayudas en especie y empezará a hacerlo en metálico, de tal manera que las familias receptoras podrán decidir sus consumos, algo que Cáritas ve positivo ya que «incrementa la dignidad y la autonomía de las personas empobrecidas».

Todo esto ha provocado que la ONG católica haya puesto sobre la mesa la necesidad de cuestionarse el mantenimiento de estos centros de dispensación de alimentos: «Al desaparecer los fondos europeos en especie y si lo que está ocurriendo ahora en el Banco de Alimentos es una tendencia que se va a mantener en el tiempo, nos vamos a replantear nuestras estructuras de reparto porque si hay que inyectar dinero quizás no tenga sentido mantenerlas. Si hay que comprar el 80% de los productos, se cierran y se dan ayudas económicas directamente a las familias».

La idea de la creación de los economatos surgió porque tenían un coste muy bajo y cubrían una necesidad muy importante para las familias. En ese momento -era 2009 y la brutal crisis no había hecho nada más que empezar- se alineó «una oportunidad con una necesidad», en palabras de Gutiérrez: frente a las graves necesidades de algunas personas para adquirir productos básicos, el Banco de Alimentos contaba entonces con muchos productos y el fondo europeo le enviaba a Cáritas también grandes cantidades, un escenario que en la actualidad dista mucho de ser, si quiera, parecido.