El patrimonio arquitectónico y etnográfico de Castrillo de la Vega es el que conserva más bodegas de todos los que ha estudiado el arquitecto ribereño Alfredo Sanz Sanza, de ahí que él mismo destaque de esta localidad «lo sorprendente de su imagen exterior, porque muchas conservan la portada, las puertas de madera y los poyos de piedra, y porque es una maraña de bodegas, hay muchas y pequeñas». Una afirmación a modo de resumen del estudio integral que le ha llevado un año realizar.

En el documento final aparecen catalogadas 166 bodegas y 37 lagares. De las galerías subterráneas, el 64,5% se encuentran en buen estado de conservación estructural y 12 están hundidas, sólo el 2,4%. En el caso de los lagares, el 43% han desaparecido y sólo una decena conservan la mayoría o parte de sus elementos. 

Para poder acceder a este laberinto bajo tierra, que suma 2.825 metros de galerías, los antiguos castrillenses excavaron entradas con «un desnivel de poco más de seis metros y una pendiente de treinta y un grados», con 25 escalones. «Si pusiéramos todas estas escaleras de Castrillo juntas, una detrás de otra, tendríamos una escalera de más de 4.000 escalones y más de un kilómetro de desnivel; esto es una burrada lo que se pusieron aquí a picar», apuntó Sanz en la presentación de este estudio a modo de curiosidad.

También destacó que hay seis bodegas que aún se utilizan para la elaboración a la manera tradicional y que varias de ellas tienen «un alto nivel etnográfico» por su grado de conservación y los elementos que atesoran en su interior.

La concejal en funciones Flor Amar apuntó que este estudio servirá de base para que el Ayuntamiento de Castrillo empiece a trabajar en herramientas para facilitar la conservación de este patrimonio y su puesta en valor.