El sol comenzaba a esconderse para dar paso a la noche con más magia de todo el año. Los niños se arremolinaban junto a las vallas para no perderse ni un detalle.Algunos, los más pequeños, se subían a los hombros de sus padres y de sus madres a fin de vislumbrar una imagen inolvidable. Así, con todo el escenario listo, con la ilusión desbordando las miradas de los infantes, sus Majestades de Oriente se bajaron del tren puntuales, a las seis de la tarde. Prácticamente todos los mirandeses, miles de personas, se reunieron en las aceras de la calle La Estación. De hecho, los ciudadanos acompañaron a las carrozas hasta el Casco Viejo.

En resumidas cuentas, la visita de los Reyes Magos llenó la ciudad de ambiente y, sobre todo, dio una alegría a los pequeños de la casa. Precisamente, estos disfrutaron como nunca gracias a los caramelos que lanzaban desde las inmensas carrozas adornadas con luces y motivos navideños. De hecho, algunos, como Martín, reconocían que «a mí lo que más me gusta de la Navidad son los dulces de los Reyes Magos». 

Ahora bien, otros tenían preferencias diversas. Por ejemplo, la pequeña Izadi explicaba que «a mí en Navidad lo que me gusta es viajar y juntarme con mi familia, para ver a mi abuelo y a los primos». Eso sí, esta mirandesa no era tan exigente en cuanto a la carta que les había entregado a sus Majestades, puesto que, según decía, «yo no he pedido nada, prefiero que sea una sorpresa».

Otros niños, en cambio, sí tenían una larga enumeración de deseos para transmitírselos a los Reyes y que, así, hoy los tuvieran listos en su salón al despertar. «Yo he pedido muchas cosas, pero la más importante es una máquina de chocolate», aseguraba Mía (...).

(Reportaje completo y más fotografías, en la edición impresa de Diario de Burgos de hoy viernes o aquí)