La cuenca del Ebro conserva una joya de la fauna ibérica, el visón europeo, un esquivo animal que vive en las riberas de los ríos y que al igual que sucede con otras especies autóctonas de la península, está en peligro de extinción.
Y es que en el mundo solo hay dos poblaciones relativamente numerosas de Mustela lutreola, nombre científico con el que se conoce a este pequeño animal. Una se encuentra en centroeuropa, la otra, en España, y más concretamente en el Ebro y sus afluentes.
La mano del hombre (contaminación, urbanismo, agricultura,...) ha reducido notablemente el hábitat natural de una especie muy sensible a cualquier alteración de su ecosistema y que además debe hacer frente a otro enemigo, su ‘primo’ el visón americano, mucho más voraz y agresivo. La suelta incontrolada y los escapes de las granjas peleteras han motivado una invasión de miles de ejemplares de esta variedad originaria de otro continente, pero que ha encontrado en los ríos de la provincia un paraíso, sin depredadores mayores que amenacen su existencia. Y como todo invasor, impone su fuerza, por lo que sin comida y sin opción de disputar el territorio a un rival insaciable, el visón europeo estaba abocado a la desaparición.
Para evitarlo se puso en marcha un ambicioso programa de protección y repoblación conjunto con las comunidades limítrofes y en coordinación con la Confederación Hidrográfica del Ebro. El trabajo empieza a dar resultado, y más de una década después, se puede afirmar que el visón europeo cuenta en la zona con una población estable.
Todavía no es muy numerosa, pero va creciendo anualmente. «Si no se hubiese intervenido, ya habría desaparecido», asegura sin dudar Urbano Chamorro, coordinador de los agentes medioambientales, que son quienes asumen la ardua tarea de patear los cauces, tomar muestras, catalogar los mejores tramos de vegetación y localizar a cada ejemplar.
Nuevos ejemplares.
A lo largo de los próximos días se retirarán las últimas trampas ya que comienza la temporada de pesca. Ha sido un año complicado, ya que las riadas han dificultado la labor de identificación, pero aún así se han encontrado cinco nuevos ejemplares.
El último en sumarse a la lista es Pepe, un joven macho que vive en el entorno del Ayuda y que eleva a casi una veintena el número de visones europeos que habitan en la comarca mirandesa.
Las jaulas camufladas entre la maleza de la orilla han pasado ya a la historia. Se han reemplazado por unas plataformas que flotan en el agua con una caja un poco más grande que el animal. Si cuando la revisan, los agentes medioambientales encuentran huellas en la esponja que tiene en su interior, colocan la trampa. Ni siquiera hace falta dejar restos de comida, como se hacía antes, «ya que les llama la atención y ellos solos se introducen jugando», explica Chamorro.
Una vez capturado, si es un visón europeo, se le realiza un análisis para descartar enfermedades y se le coloca un chip que permita su seguimiento antes de soltarle en el mismo lugar en el que fue hallado. Si el que cae en la trampa es un visón americano, será sacrificado con anestesia y siempre bajo la supervisión de un veterinario. Es la única solución para evitar la desaparición de la especie autóctona, que al ver reducida la competencia, no se ve desplazado de su hábitat natural como sucedía hasta ahora, lo que imposibilitaba su apareamiento y reproducción.