No hay setas para tanta cesta

M. URIZARNA / Salas
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Los amantes de los hongos acudieron ayer a un Paseo Micológico en Salas de los Infantes, a cargo de Juan Antonio Sánchez. La escasez de lluvias no ha permitido que aparezcan las especies más habituales

El experto en setas Juan Antonio Sánchez orientó a los asistentes sobre las rarezas y curiosidades de los hongos. - Foto: Christian Castrillo

El otoño es una de las estaciones más bonitas y caprichosas. Alejarse de la ciudad para disfrutar de un tranquilo paseo por el monte es uno de los planes más provechosos, especialmente si estos suponen recolectar setas. Los meses de octubre y noviembre son ideales para que nazcan a los pies de pinos, robles y encinas, ya que se juntan las condiciones meteorológicas perfectas para los hongos: temperaturas suaves y lluvias. Aunque en lo que va de temporada las escasas precipitaciones no han permitido que fructifiquen las especies más habituales, el paseo micológico organizado ayer por Agalsa en Salas de los Infantes fue todo un éxito, no tanto en cuanto a cantidad pero sí por variedad de especies. 

A orillas del río Arlanza costaba distinguir las pequeñas coprinus comatus, satirelas y las violáceas cortinarius, que se escondían bajo las hojas caídas de los álamos, aunque Lara, una niña de la localidad muy aventurera, las descubrió enseguida con vista de lince. Casi guiando al grupo, al que se unieron en torno a 15 personas, la pequeña exploradora dejó boquiabiertos a los presentes por su habilidad para encontrar las setas. 

A cargo de la actividad, Juan Antonio Sánchez, del Instituto de Restauración y Medio Ambiente, explicó las rarezas y características de los hongos de la zona de la Demanda, y para decepción de algunos, más especies de las que imaginaron resultaron ser tóxicas o dañinas. Como las lepiotas pequeñas, de fino tallo y un sombrero acampanado de color pardo o marrón, que producen graves intoxicaciones al confundirse con macrolepiotas, estas si comestibles. «Si miden menos de menos de diez centímetros no hay que cogerlas», aconsejó el experto, y también que si al rebanar el tallo, este adquiere de un color amarillento o rojizo, indica que la seta puede ser venenosa. 

Las senderillas brotaban por los caminos, al lado de los pastos aún verdes y de las estepas, y junto a ellas los clitocybes, aparentemente inofensivas, que pueden provocar malestar intestinal. Pero no todo fueron desencantos. Escondida entre unos matorrales, Sole encontró la conocida como pie azul, por el color violáceo de su tallo, y muy útil para dar sabor a caldos, patatas y carnes, y muchos champiñones campestres, ideales para comer al ajillo o a la plancha. 

Cuando el grupo estaba a punto de dar la vuelta para volver al pueblo, y con las cestas casi vacías, una gran blanquita o leucopaxilus cándida surgió en medio del camino. «El premio del día», exclamó jocoso Sánchez. Tras el agradable paseo, del que alguno que otro se llevó también nueces y endrinas, se celebró en la plaza de Salas un concierto de Jazz para setas, a cargo de 'Martínez y el león', al que se unieron más vecinos de la localidad.