Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


La carta de Amy

11/01/2023

En febrero de 1989, la niña Amy, animada por su padre, escribió y coloreó una carta que, junto con un sueño suyo reciente, se la remitió a un famoso escritor que había escrito un relato en el que el protagonista recogía sueños agradables para después repartirlos por las ventanas de los niños mientras dormían. No sabemos lo que la carta decía pero sí que el escritor contestó a Amy diciéndole que sus palabras coloreadas le habían agradado mucho y que el sueño que había adjuntado a la carta y enviado en el interior de una botella, le había intrigado y gustado tanto que tenía intención de soplarlo muchas veces, en muchas ventanas. La historia, que es real, revela que ni para la niña Amy ni para el escritor los sueños son pequeños o grandes y ayuda a entender que tampoco parece que puedan ser objetos adquiribles con propinas dejadas en un bar, tal como discurría la presidenta de una Autonomía. 

En la vida, como en la literatura, hay quienes interpretan un papel en el que apenas se puede trazar una línea capaz de separar lo real de lo que pudiera pertenecer más al mundo de lo fantástico y soñado. El escritor del que hablaba simboliza uno de esos casos en que, sin renunciar a la fantasía, protagoniza una existencia despierta y provocadora de esa magia que nace de la proximidad real, no soñada, con los demás. Las desgracias de la temprana muerte del padre, de una pequeña hermana o la de una hija, no le anuló el deseo de explorar cualquier anhelo. El accidente que provocó hidrocefalia a un hijo le llevó a implicarse en la investigación y desarrollo de una válvula que permitiera al niño no estar permanentemente conectado a una máquina. Su participación en la Segunda Guerra como aviador y como espía le llevó a escribir sobre los horrores de la guerra y le proporcionó vivencias útiles para la realización de guiones de algunas películas de James Bond y adaptaciones de series para televisión. Los recuerdos de su infancia y los cuentos que en las noches contaba a sus hijos, le llevaron a escribir obras de gran valor para la literatura. Las palabras de Roald Dahl escritas en obras como Los Gremlins, Apuntes de Juventud, Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda o El Gigante Bonachón, que recogía los sueños de los niños y cuya lectura empujó a la niña Amy a escribir la carta, no han dejado de ser sopladas por ventanas de todo el mundo.