De la vergüenza a la depresión

SPC
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La dermatitis atópica puede ir mucho más allá de los síntomas físicos y provocar ansiedad en los pacientes debido a una preocupación constante por su aspecto, que les limita incluso las actividades sociales

De la vergüenza a la depresión

La dermatitis atópica (DA) no es una alergia ni puede invocarse su origen a un factor único. Desde hace tiempo se conoce el origen multifactorial de la enfermedad y también las consecuencias que puede tener en los pacientes más allá de las evidencias físicas de esta alteración dermatológica

La DA tiene una prevalencia muy alta, el 20 por ciento de la población entre 0 y 18 años, pero su vertiente más grave es prácticamente desconocida. El paciente en esa situación «no duerme», su prurito es tan intenso que se rasca hasta hacerse sangre y ese sufrimiento deriva en depresión, vergüenza ante la imagen y pensamientos suicidas.

Lo cuenta África Luca de Tena, 43 años, paciente y cofundadora de la Asociación de Afectados por la Dermatitis Atópica (AADA), que recuerda con «horror» su adolescencia, época en la que huía de los espejos porque sentía rechazo de su imagen, no podía ver su piel cuarteada, sus párpados inflamados o la zona alrededor de la boca de un rojo penetrante «como si fuese el maquillaje de un payaso».

En una jornada sobre novedades en dermatología, organizada hace unos días por la Asociación de Informadores de la Salud (ANIS) y la compañía Leo Pharma, pacientes, dermatólogos y psicólogos han evidenciado el impacto psicosocial de la dermatitis atópica y su estrecha relación con la salud mental.

Visibilidad y psicología

«No me miraba en ninguna superficie que me reflejara porque me daban ataques de ansiedad», admite esta paciente que pide visibilidad para la patología porque eso ayuda. Aunque reconoce que de adulta percibe la enfermedad de otra manera, los adolescentes con esta patología requieren de acompañamiento psicológico para poder sobrellevarla y tener herramientas.

«Para empezar no duermes porque el picor es tan intenso que es como si quisieras hundir los dedos hasta el fondo, no puedes calmarlo, nos rascamos tanto que sangramos de día y de noche», señala esta paciente, que revela que hace nueve años el 90 por ciento de su cuerpo estaba cubierto de eccemas.

Esta enfermedad inflamatoria crónica de la piel está muy banalizada y la sociedad desconoce que el 40 por ciento de los pacientes tienen sintomatología ansiosa y depresiva e incluso conductas autolíticas, especialmente en la franja adolescente por lo mucho que condiciona su vida, su sexualidad, su imagen y hace que el joven se sienta «atrapado y sin escapatoria alguna».

La psicóloga Sandra Ros, del servicio de dermatología del hospital de la Santa Creu i Sant Pau, en Barcelona, explica que este perfil es que se ve en las consultas donde también predominan pacientes con baja autoestima, negación y tristeza, que aumenta por el hecho de no descansar por la noche.

Ros afirma que el paciente llega a la consulta con la intención de normalizar su vida, muchas veces no quieren hacer deporte porque se ven sus lesiones o el sudor les irrita y ello les conduce a estilos de vida no saludables, a ser obesos o tener otro tipo de problemas y surgen las comorbilidades, no solo psicológicas también metabólicas.

Tratamiento

Sobre los fármacos para tratar la enfermedad, la presidenta de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), Yolanda Gilaberte, explica que hasta ahora los tratamientos se limitaban a corticoides, inmunosupresores y antihistamínicos para el prurito. Esta medicación tenía muchos efectos secundarios por lo que no se podían administrar durante largos periodos tiempo debido a su alta toxicidad.

Los nuevos tratamientos son biológicos, inyectados y orales, que actúan de manera más selectiva contra las moléculas implicadas en la dermatitis y la bloquean. Por ello, dice que son tratamientos muy seguros que se pueden mantener en el tiempo mientras el paciente los necesite. En la jornada también se ahondó en la importancia de que el cine, la televisión o las series impulsen un cambio para normalizar la imagen de la persona con dermatitis atópica grave y ésta no se sienta tan vulnerable ante el resto de la sociedad.