Cuando José y 'la Fina' montaron su chiringuito

I.P. / Burgos
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Titiriteros por los pueblos, los padres de Ventura recalaron en Santillán del Agua y atendieron a los cientos de personas que iban a su playa

José y ‘La Fina’, felices tras la barra del bar que regentaron durante décadas en lo que hoy es el espacio cultural La Presa. - Foto: DB

Paco ha hecho grande el legado de sus padres, José, pero a quien todo el mundo llamaba Ventura, y Delfina, 'La Fina', titiriteros y gente de circo y teatro que recorrían los pueblos de la España de los años 60 del siglo pasado en su carromato. 

Sus hijos nacían donde tocaba actuar, como en el caso de Paco, que vino al mundo en Granada. En invierno, con menos salidas para actuar se afincaban en Madrid, donde Ventura buscaba otros trabajos para completar lo ganado en las turnés veraniegas.

El desembarco en Santillán del Agua, un pueblo perdido en la comarca del Arlanza, fue motivado por esa búsqueda de un lugar que por su climatología le viniera bien al segundo de sus hijos, a Paco. 
Allí, junto al río que da nombre a la zona, montaron un chiringuito de verano en la misma caravana con el que recorrían España. Más tarde, compraron un terreno y se construyeron la casa actual, y el kiosko se transformó en un pequeño bar. 

Era un lugar idílico de recreo en verano donde acudía muchísima gente a bañarse en el río y pasar una jornada en familia o cuadrilla, y donde el Ayuntamiento de Santillán acondicionaba una playa artificial echando arena. 

Aunque vivían en Santillán, José y 'La Fina' seguían actuando por los pueblos de la comarca. Además, el padre de Paco se compró una máquina de 16 mm y comenzó a proyectar cine por la zona, recuerda su hijo, que le define como «un pionero» en llevar películas a los pueblos. Pero además, José trabajó en Lerma en varios sitios, incluida la fábrica de bizcochos y hasta tuvieron una pastelería en la villa ducal.

Hacia los años 90, con la construcción de las piscinas en Lerma y Quintanilla del Agua, la playa de Santillán del Agua fue decayendo, pero su espíritu sigue vivo en varias generaciones del Arlanza y, por supuesto en su hijo, que ha dado una segunda vida a ese entorno de paz y creatividad que es La Presa, ahora con mayúsculas, pero nombre con el que ya se conocía entonces a este rincón de Santillán junto al río Arlanza.