¡Mujeres, a votar!

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Hace 90 años que todas las españolas que quisieron ejercieron su derecho al sufragio conseguido por Clara Campoamor. Fue en las elecciones generales de 1933. Siete meses antes se había producido un primer acercamiento de las burgalesas a las urnas

Las mujeres españolas aprovecharon la oportunidad que les dio la Segunda República y acudieron a votar con interés como reflejan estas fotos publicadas en la revista Estampa el 29 de abril de 1933 tras los primeros comicios en los que participaron. - Foto: Biblioteca Nacional

A principios de la primavera de 1933 estuvo en Burgos la gran periodista Josefina Carabias, una de las primeras españolas en formar parte de la plantilla de un periódico y en ser corresponsal en el extranjero. Llegó enviada por la revista ilustrada Estampa y con el encargo de testar la opinión de las mujeres del centro y del norte del país sobre la inminente materialización de su derecho al voto que tanto había peleado la diputada del Partido Radical, Clara Campoamor, un par de años antes. El 23 de abril se celebraban elecciones municipales en más de 2.600 ayuntamientos cuyos concejales no habían sido elegidos sino designados en las elecciones de abril de 1931 (129 en la provincia de Burgos) y era la primera vez que en el país el sufragio era universal, razón por la que se considera una fecha histórica.

También lo es la del 19 de noviembre -justo hace 90 años- pues los comicios fueron generales y todas las españolas que así lo desearon pudieron votar. Entre ambas fechas, las mujeres vascas votaron el 5 de noviembre en el referéndum sobre el estatuto de autonomía.

«Hace raro oír a las comedidas y peripuestas señoritas de provincias discutir acaloradamente en los paseos, en los bailes y en los cines como se discute en los pasillos del Congreso o en las redacciones de los periódicos. Durante mi viaje he visto a todas esas musas azorinianas que se llaman Julitas, Rosarios, Marías del Carmen, Pepitas, Sagrarios, Lolas... Las he visto pasear su aire melancólico y entonado por el Espolón de Burgos, por el Salón de Segovia, por el Rastro de Ávila, por el Miradero de Toledo, por el Campo Grande de Valladolid», escribía la redactora en su amplísimo reportaje de nueve páginas que el semanario le dedicó al voto femenino, incluida la portada con un título ya mítico, Mujeres, a votar

Las mujeres españolas aprovecharon la oportunidad que les dio la Segunda República y acudieron a votar con interés como reflejan estas fotos publicadas en la revista Estampa el 29 de abril de 1933 tras los primeros comicios en los que participaron.Las mujeres españolas aprovecharon la oportunidad que les dio la Segunda República y acudieron a votar con interés como reflejan estas fotos publicadas en la revista Estampa el 29 de abril de 1933 tras los primeros comicios en los que participaron. - Foto: Biblioteca Nacional

En su peregrinar por las calles de aquel Burgos republicano Carabias recogió la impresión de la portera de una casa señorial del centro que le contó lo disgustados que estaban los señores de uno de los pisos por las veleidades democráticas e igualitarias de su hija: «A la señorita, ¿sabe usted? le gusta poco de ir a la iglesia». En otro de los pisos era la esposa la que había sacado los pies del tiesto y las tenía tiesas con el marido: «La señora se ha hecho militante y ya no hay paz posible (...) Esto de que las mujeres se metan en las cosas de los hombres y echen discursos como ellos va a traer muchos disgustos, créame usted». Muchas burgalesas estaban emocionadas por los nuevos derechos y otras los veían con desconfianza pero, en cualquier caso, el camino se había abierto.

Y en eso llegó el 19 de noviembre y la primera vuelta de las elecciones generales, que en la provincia transcurrieron con tantísima normalidad que ni la Casa de Socorro tuvo que atender a nadie, según explicaba Diario de Burgos, donde unos días más tarde la columnista María Cruz Ebro daba su opinión sobre el acercamiento de las burgalesas a las urnas en un artículo titulado El derecho de sentarse a la mesa en el que ponía de manifiesto algunas dudas basadas en la supuesta emocionalidad de las mujeres: «Fijan mi atención las fotos que hablan de la actuación de la mujer en esta nuestra primera salida del cerrado recinto de nuestro hogar. En las pasadas elecciones, la mujer ha volcado toda la emoción de su impresionable temperamento (...) Impulsada por la emoción de la pasada contienda electoral la masa femenina ha caído con ímpetu en uno y otro extremo (...) Entre que la mujer ante las urnas figure solo con su papeleta en la mano, a que la mujer con la seriedad que da la conciencia del derecho alcanzado se siente en la mesa presidiendo el acto electoral, media un abismo. El abismo que debemos ir llenando con nuestro trabajo, con el estudio de los problemas sociales, destacando nuestra personalidad. Entonces nuestras palabras serán escuchadas, sentados hombre y mujer a la misma mesa».

También este periódico recogió unas declaraciones de Alejandro Lerroux donde achacaba al voto femenino la derrota de los partidos de izquierdas con el mismo argumento de Ebro sobre esa supuesta emocionalidad femenina: «Ha sido tanto como poner en manos de la mujer un revólver y herirla inmediatamente en sus sentimientos religiosos. En España las mujeres son todo sentimiento sin que guarde esto ningún equilibrio con el pensamiento», decía el presidente del Consejo de Ministros. Semejantes declaraciones han sido rebatidas por los datos casi un siglo después.

El burgalés Alberto Velasco, graduado en Ciencias Políticas por la UNED ha contrapuesto esta teoría, que también sostuvo la diputada de Izquierda Republicana, Victoria Kent, durante el debate del 1 de octubre con Campoamor por incluir el sufragio universal en la Constitución de la Segunda República y que culpaba -en aquel momento, de forma preventiva- a las mujeres de un hipotético triunfo de las derechas y hasta de la caída del régimen republicano. En su trabajo de fin de grado de 2021 titulado Noventa años del voto femenino en España. Clara Campoamor, su pecado, Velasco sostiene y lo demuestra estadísticamente que el voto de la mujer no influyó absolutamente para nada «ni en el triunfo del bloque de la derecha en el 33 ni en el del Frente Popular en febrero 36, las españolas hicieron en las dos ocasiones un ejercicio de independencia y de libertad de primera magnitud y su participación no resulta relevante en términos estadísticos».

La investigación del burgalés pone en valor, además, la figura de Clara Campoamor, que ahora -asegura- ya está recibiendo el lugar que se merece en la historia de este país, pero que durante décadas estuvo olvidada. «Algunas asociaciones eminentemente feministas e incluso las instituciones le han realizado distintos homenajes, han puesto su nombre a calles en algunos pueblos de España e incluso han otorgado el nombre de Clara Campoamor a una de las salas del Senado. Como considero que ello es insuficiente a todas luces, me he propuesto divulgar su legado e intentar que su obra ocupe un lugar destacado en la historia de la Ciencia Política de nuestro país», afirma, y en ello sigue.

Su interés por el voto femenino y Campoamor está vinculado, explica, a un hecho personal: Su abuelo, Juan Velasco Arnaiz, fue maestro -una figura importantísima en la Segunda República, que tuvo en la enseñanza uno de sus pilares- de Villayerno Morquillas e interventor del diputado del PSOE Luis Labín, por lo que fue represaliado y encarcelado junto al músico Antonio José, más tarde fusilado y enterrado, se cree, en Estépar.