El mar los trajo hasta aquí

Angélica González
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Llegaron en patera, fueron timados y golpeados por la policía de distintos países y uno fue vendido como esclavo. Ahora esperan en Burgos una oportunidad para rehacer sus vidas

El mar los trajo hasta aquí - Foto: Alberto Rodrigo

Maissa Faye va de copiloto en el coche. Es muy educado y cumplido y apenas habla para contestar aquello que se le pregunta, y sonríe -eso sí- sonríe mucho. A la altura de Correos se intuyen ya las agujas de la Catedral, y allí fija la vista, un punto admirado. « ¡Qué antiguo es todo en Burgos y qué bonita es la ciudad! Es preciosa la Catedral. ¿Cuánto tiempo lleva aquí?», pregunta en un más que aceptable español. No hay, probablemente,  interlocutor más interesado en escuchar que en apenas unos días comenzará el cumpleaños del hermoso templo, que se celebrará con muchas actividades y que seguramente habrá alguna oportunidad para él que lo  pueda conocer por dentro. «¿De verdad?», dice, con los ojos abiertos como platos. Faye nació en la ciudad de Bou (Senegal) hace 28 años, aunque parece que tiene muchísimos menos, y está a punto de culminar un proceso -le queda muy poco para conseguir ‘los papeles’- que empezó en una patera a la deriva para escapar de la pobreza que le arrinconaba en su pueblo natal, donde aún siguen su padre y sus hermanos.
En ese camino le ha acompañado Atalaya Intercultural con alojamiento, comida, ropa, aprendizaje del idioma y preparación prelaboral, como a cada uno de los cinco jóvenes hombres que han querido contar a este periódico la experiencia de cruzar el mar huyendo de la miseria, ahora que la situación producida en Canarias por la llegada masiva de pateras ocupa un espacio algo más grande que el habitual en el debate público. Porque, por lo demás, estos africanos -que a muchos les recuerdan, por las ganas que tienen de abrirse camino, a tantos jóvenes emigrantes españoles de cuando este era un país pobre- son invisibles y, en el peor de los casos, una molestia.
Maissa llegó en 2017 en una patera a Algeciras. Antes, se había gastado 500 euros, sus ahorros de dos años, en un coche que le llevó hasta Marruecos, donde pasó, dice, «un mes muy duro» por las agresiones de la policía. Fue el tiempo que le costó encontrar un lugar en una lancha que compartió con otras siete personas que tuvieron que remar para acercarse a la costa española. Por suerte, era verano y el mar estaba en calma, por lo que ni pasó frío. Y por más suerte, un barco de pesca les vio y avisó a la activista Helena Maleno, gracias a cuyas gestiones pudieron llegar: «Yo no tuve miedo en ningún momento porque en mi país mi vida era junto al mar y yo había trabajado como buzo en la pesca. Solo me dolían las manos por los remos». La Cruz Roja le dio los primeros auxilios. De Cádiz fue a Barcelona, de ahí a Almería y luego a Burgos: «Quiero aprender español y más cosas, porque nunca he ido al colegio, de pequeño trabajaba en el campo. Aquí quiero mejorar mi vida».

 

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