Hijos de un Dios mayor

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Cuatro guitarristas flamencos burgaleses evocan al genial Paco de Lucía, su gran referente, en el décimo aniversario de la muerte del músico de Algeciras

En el escenario del Principal, durante la sesión de fotos, sonaron los acordes insuperables de PacoArana, Nano del Amalio, Jorge Pisa, El Boli, y Mariano Mangas. - Foto: Jesús J. Matías

Paco, el de la Lucía -el niño de la Portuguesa-, habría querido ser cantaor, pero su timidez cerval le impidió venirse arriba con la voz. Pero su padre y su hermano tocaban la guitarra, así como uno de sus grandes amigos, Niño Ricardo, que era un virtuoso de las seis cuerdas y fue una influencia definitiva. El resto es historia del flamenco y de la música. En el décimo aniversario del fallecimiento del genio de Algeciras que revolucionó el lenguaje del flamenco, el hombre que sublimó el arte de la guitarra hasta alcanzar la perfección absoluta acarreando con su talento tanta memoria como dolor, tanta luz como rabia, tanta desazón como angustia, tanta alegría como pena, tanta belleza como olvido de siglos, cuatro guitarristas flamencos burgaleses evocan a su principal referente -al que veneran e idolatran como a un dios-, explican su influencia y magisterio, y desgranan la admiración que profesan hacia quien consideran que aún no tiene sucesor, si es que algún día nace alguien capaz de hacer con una guitarra lo que aquel. 

El maravilloso poeta y flamencólogo Félix Grande, una de las voces más autorizadas en la materia, dejó escrito en cierta ocasión que con la guitarra de Paco de Lucía entraban en los teatros y auditorios «varios siglos de andaluces pobres, varias tribus de gitanos, tal vez unas cuantas oleadas de moriscos, quizás algunos judíos entonando cantos mientras huían de la Inquisición». Grande, que fue uno de los exponentes poéticos de la Generación del 50, siempre admitió ser un guitarrista flamenco fracasado. Amigo íntimo del portentoso artista de Algeciras, reconocía de esta forma la estatura universal de un guitarrista incomparable y eterno: «Paco de Lucía ha hecho un inmenso bien a la música flamenca. Posiblemente el favor más grande que se le ha hecho a lo largo de sus dos siglos de historia. Es decir, la música flamenca, por los siglos de los siglos, está en deuda ya con Paco de Lucía. Pero al mismo tiempo, sin pretenderlo, sin ser responsable de ello y mucho menos culpable, Paco de Lucía ha motivado la retirada de muchos guitarristas. Antes de Paco de Lucía, tocar bien la guitarra era un asunto difícil. Ahora es un asunto casi imposible. Una de las víctimas, de las muchas víctimas de Paco de Lucía, soy yo». 

No se sienten víctimas sino rendidos admiradores dos gitanos y dos payos, dos payos y dos gitanos burgaleses que tienen a Paco de Lucía en un altar, como el gran faro que los guía y los conduce, el gran referente, el modelo a imitar, la inspiración y el sueño. Al maestro Paco Arana, más de medio siglo de flamenco en sus manos y en su alma, se le hacen nudo las palabras cuando habla del genio de Algeciras: «No hay ni habrá nadie más grande. Nadie lo va a mejorar ni a cambiar. Más allá de él no hay nada», dice con rendida admiración quien se recuerda asistiendo a sus conciertos con un magnetofón que luego escuchaba una y otra vez en su casa para tratar de aprender y de aprehender siquiera una migaja de la magia de Paco de Lucía. «Verle en directo era deslumbrante». Al guitarrista burgalés, que hubiese querido nacer gitano en Jerez, Sevilla o Cádiz, tanto da, subraya que el talento de Paco de Lucía «es de una brillantez incomparable. Es Dios en el mundo del flamenco, para mí y para todo el mundo. Superó lo insuperable». 

Otro maestro, Mariano Mangas, no duda: «Paco de Lucía es el referente que siempre tuve, desde bien pequeñajo. Siendo adolescente me compraba cintas de casete de Paco de Lucía y de Manolo Sanlúcar para luego sacarlas de oído en casa. Y flipaba con lo que era este hombre. Y no sólo a nivel musical, sino como personaje: su manera de ser, lo que decía, su forma de concebir el flamenco, la música, la vida. No olvidaré la cinta del disco 'Siroco'. Cuando la metí en el radiocasete me dije: '¡pero qué es esto!'. Tuve que parar la cinta porque no pude asimilar lo que estaba escuchando. Fue, como todo genio, un adelantado a su tiempo. Todos nos hemos mirado en él. Es una divinidad. No ha habido nadie como él y dudo que vaya a haber otro como él. Tenía una inteligencia natural. Él decía que se llevaba guiar por el destino. Era inteligente y muy exigente consigo mismo. Abrió los límites de la guitarra flamenca. Tuvo mucho valor. Todavía duele pensar en que se marchó, y lo que se tuvo que llevar en su alma y su cabeza».

Jorge Pisa, El Boli, que es puro talento e intuición, Paco de Lucía «es como el flamenco: una forma de vida. Su filosofía nos ha inspirado, y no solamente tocando. Ha sido un genio irrepetible. Sólo con escucharle hablar aprendías. Siendo tan grande fue muy humilde y sencillo». No sueña El Boli con emular algún día al genio andaluz: asume que eso es, sencillamente, «algo imposible. Siempre tienes esa cosa, pero como diría el maestro Tomate, nos entra tendinitis en el cerebro de solo pensarlo. Es imposible. Es una inspiración y a la vez una depresión. Es inalcanzable. Veo imposible que haya un sucesor. Habrá buenos guitarristas, pero con Paco de Lucía se alinearon las estrellas. Nos abrió el camino a los demás. Es irrepetible», zanja.

Nano del Amalio, otro talento flamenco, se amamantó de Paco de Lucía desde la cuna: los entendidos dicen que su padre, Amalio, toca por el de Algeciras como nadie más lo hace. «Mi padre es un bicharraco y sólo toca por Paco. Es de las personas que más se parecen a él tocando. Y eso es un privilegio. Criarte así es especial. ¡Cuántas veces me he despertado con la música de Paco de Lucía!». Nano del Amalio ha estudiado mucho al genio andaluz -«porque no se puede tocar más bonito y mejor en la vida»-. Admite que, con tamaño gigante, resulta ardua y difícil la tarea de imprimir a la guitarra flamenca un sello propio, pero asegura que también es «inspiración. Es imprescindible en nuestras vidas. Es nuestra música de diario. Es una inspiración permanente. Es irrepetible. Con él hubo un antes y un después. Saldrá gente buena, pero está todo hecho. No puede hacerse más porque el nivel es tan alto...».