Las obras en los Jardines de don Diego merman los negocios

I.M.L. / Aranda
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Los más afectados son los establecimientos de hostelería, con una destacada pérdida de clientes, pero todos registran menor movimiento por la dificultad para acceder a los locales y la falta de aparcamiento

Los peatones tienen que hacer una auténtica carrera de obstáculos para llegar a los distintos locales de la zona. - Foto: Roger Roque

Toda obra, antes de suponer una mejora, genera un perjuicio a quienes la sufren y más si es un negocio. Los establecimientos ubicados en los Jardines de don Diego, sobre todos los que tienen el local en la acera sur, están sufriendo no sólo los ruidos y la suciedad que traen consigo trabajos de esta envergadura, sino que también se están viendo resentidas sus cuentas a final de mes, con una merma estimada en su volumen de negocio del 40%.

Dependiendo del tipo de servicio que ofrezcan, esa bajada en sus ingresos es más o menos acusada. Los del sector hostelero son los que más sufren esta reducción de clientes. «Nosotros aguantamos lo que es el restaurante, porque el que quiere venir a comer lo hace, pero en la barra habremos perdido un 90% del negocio, hay tardes noches que no ponemos ni diez cañas, si la cerrásemos no perderíamos nada», reconoce Juan Setién, del restaurante El Ciprés, quitando los días de fuerte trabajo que supuso Sonorama Ribera y, algo menos, las fiestas patronales arandina. 

Y eso que está en la esquina con la calle Miranda do Douro, que facilita llegar hasta este establecimiento aunque, como apunta Setién, «se ha juntado con las obras en el puente Bigar, un obstáculo más para venir andando o con el coche». En el centro de esta problemática acera está el bar La Milla, cuyo gerente cifra en un 40% la reducción del negocio. «Ha bajado una barbaridad lo que es el día a día, menos mal que se mantienen los clientes que vienen a cenar los fines de semana», reconoce Sergio Calvo. Además del ruido que soportan y las dificultades de acceso, apunta que le sorprende la lenta marcha de las obras. «Ya sabíamos que esto iba para largo, porque no es una obra de cambiar cuatro baldosas, pero es que yo desde aquí veo tres cuartas partes de los Jardines y hay cuatro obreros, normal que no avance», lamenta Calvo, que no quiere pensar en que se alarguen más unos trabajos que estaban planteados para diez meses, de los que llevan ya tres.

En esta acera ya se ha echado el cierre a una tienda de ropa, y Calvo reconoce que «al no tener empleados, que lo llevamos mi mujer y yo, se aguanta; si tuviésemos empleados tendríamos que haberlos despedido, no da». 

Otros establecimientos con negocios con atención al público también están notando los perjuicios de las obras, aunque no los puedan cuantificar de manera tan concreta como en la hostelería. Es el caso de una agencia de viajes Halcón, que son conscientes de que llegar hasta ellos es una epopeya. «Con coche es imposible y andando cada vez está más complicado, porque sólo se puede llegar o rodeando toda la sede la Policía Local o por el paso de cebra de Miranda do Douro», apunta Clara Izquierdo, consciente de que su local está justo en el medio de la acera más afectada por las obras. «El que quiere venir aquí, lo hace, pero esos clientes de paso que entran a preguntar porque pasan por delante, esos no los tenemos», reconoce Izquierdo.

Algo similar viven en la oficina de Bankinter, aunque está más cerca de los accesos habilitados. «Los clientes lo tienen muy difícil para venir, incluso alguno que tenía que hacer una operación y tiene cuenta en otra entidad, lo ha hecho con la otra en vez de con nosotros», lamenta Leticia Gete, consciente de que estos perjuicios son inevitables. Eso sí, en lo que coinciden todos es en que, haga el tiempo que haga, la conversación más recurrente es la de las obras y lo complicado que es llegar hasta ellos.