Literatura y recuerdos de Jesús Carazo

I.L.H. / Burgos
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Desde esta semana, Diario de Burgos publicará cada viernes un capítulo del libro 'Aquel Burgos sombrío donde fuimos felices', donde el narrador rememora los años 50 y 60

Diario de Burgos publicará cada viernes un capítulo del libro 'Aquel Burgos sombrío donde fuimos felices'.

En el libro Aquel Burgos sombrío donde fuimos felices, Jesús Carazo evoca su infancia y adolescencia en la ciudad donde imaginó las primeras historias para novelar. El escritor rememora el gris plomizo que lo impregnaba todo, coartaba sus ilusiones de ser un famoso actor de cine y 'vigilaba' sus movimientos. Y devuelve a su mirada el azul radiante de los primeros amores, los juegos en la calle, las nevadas o los guateques. En el libro publicado en 2018 Carazo hace literatura con sus recuerdos y repasa el Burgos de los años 50 y 60 del siglo pasado, una época de vivencias que para algunos serán compartidas y para otros, historia reciente de una ciudad que aparece siempre como escenario.

Desde hoy, Diario de Burgos publica cada viernes un capítulo de ese libro en el que el escritor recupera la casa donde vivió en su infancia, sus años escolares, las sotanas y los uniformes, las barracas, sus tiendas favoritas, los billares y futbolines... Durante treinta y nueve semanas, tantas como capítulos contiene la publicación, Carazo repasará Aquel Burgos sombrío donde fuimos felices con fotografías actuales de esos escenarios que servirán para atrevernos a mirar el pasado con la nostalgia justa. 

«Recuerdo mis años de colegio con ocho meses de invierno y oscuridad, porque salíamos de clase siempre de noche. En cambio ahora los chavales tienen otros horarios y la ciudad, por otro lado, ha embellecido bastante. Es más luminosa que en mi infancia, aunque los jóvenes no creo que la vean porque están mirando los móviles», comentó a este periódico con ironía, la misma mordacidad que siempre salpica su literatura. 

«Más que una ciudad opresiva, la sentíamos como un destino sin horizonte en el que estabas completamente vigilado porque todos se conocen», recordaba. «El cine jugó un papel importantísimo en aquellos años de mi vida. Rex, Popular, Gran Teatro, Avenida... incluso las películas que nos ponían en el colegio. ¡Eso y el teatro de los jesuitas me dieron la vida!», añadió al hablar del libro. 

En los primeros capítulos Carazo sitúa al lector en una ciudad ya lejana, pero no tanto como para que no se reconozca. El escritor reúne el ayer y el hoy con su magistral pluma para que recordemos, nos asombremos y sonríamos: «Otra colección de imágenes de aquella ciudad petrificada la componen los cortejos fúnebres, empeñados en ensombrecer el horizonte de un muchacho que no necesitaba mucho más para deprimirse. Hoy la gente se muere discretamente y, si juzgamos por la escasez de entierros que pasan por las calles, podríamos decir que no se muere nadie», cuenta en uno de los párrafos del libro.

Luego llegarán los relatos sobre sus primeros pinitos artísticos, los años en el Liceo Castilla de la calle Concepción, la tisis que le dejó en la cama, las novelas de Elena Fortún, Radio España Independiente, su paso por la Peña Guitarrista para aprender a tocar ese instrumento, la expedición a la Cueva del Moro del Castillo, los paseos por los soportales de la Plaza Mayor al encuentro de la mirada de alguna chica, las tardes en la plaza de toros donde su padre organizaba festejos, la entrada de la televisión en casa, los amores del bachillerato, su papel de extra en una película, las verbenas de La Garrocha, las Milicias Aéreas Universitarias...