Jarocho dibuja capotazos al sol de oro de la mañana con la naturalidad del que es torero desde la cuna. En la finca La Paciencia reina el silencio, y en ese recogimiento, en esa soledad buscada, encuentra siempre el banderillero burgalés la paz que requiere; la necesitaba especialmente ahora, después de la temporada más dura de su carrera. "Me ha costado vestirme de torero", admite el diestro.