Como un encierro de San Fermín

P.C.P.
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Rápido y peligroso. Vecinos y empresarios de Miranda celebran el veloz avance de las obras de la calle Ramón y Cajal, pero critican la falta de seguridad para viandantes y el parón de cuatro días

El aviso no ha sido suficiente para evitar percances y problemas a personas con movilidad reducida. - Foto: Alberto Rodrigo

Rápido, peligroso y con algunos percances. Como un encierro de los Sanfermines se puede definir el avance de las obras en la calle Ramón y Cajal, que afrontan su recta final con la previsión de concluir en vísperas de Navidad, pese al parón de 4 jornadas durante el puente de la Inmaculada y a los numerosos remates que aún se echan en falta.

Muchos mirandeses pasean estos días tranquilos por mitad de la  arteria comercial de la ciudad, huérfana aún de asfalto, sin preocuparse por el tráfico ni tampoco por la actividad de las máquinas, paradas también el viernes. El simulacro de peatonalización se acaba hoy lunes, si bien se puede apreciar ya el terreno conquistado a los coches con la ampliación de una acera y la eliminación de una fila de aparcamiento, que resulta el punto más controvertido del proyecto. «Nos molesta mucho que no haya aparcamientos», apunta María Fernanda del Barrio mientras coloca la iluminación navideña en el escaparate de La tienda de Lolín. Considera que tanto los negocios de esta zona como los de la plaza de abastos van a perder clientela, sobre todo las personas de mayor edad que no pueden cargar con pesos y quienes vienen de los pueblos a comprar al mercado y aprovechan para ver tiendas. «La gente se va donde puede aparcar», recalca para considerar que el disuasorio abierto en la calle Río Ebro no se puede ver como una alternativa razonable, dada la distancia que lo separa de la calle Ramón y Cajal. «No hay solución», concluye, y lamenta que tras la reunión que mantuvieron los comerciantes con la alcaldesa, el Ayuntamiento no haya variado su postura.

Frente al descontento por este aspecto del proyecto, la felicidad por su desarrollo. María Fernanda no escatima elogios: «La obra muy bien, muy rápido, muy limpios. Una gozada, mejor imposible. Hasta les hemos dado la enhorabuena», concluye efusiva. El contrato se adjudicó a Antis por 737.990,93 euros y comenzó el 13 de septiembre, justo después de las fiestas de Altamira, con 9 meses de plazo.

Fernando Zatón, el presidente de la asociación de comerciantes Acecca, se suma a esos halagos, no sin antes reconocer que tenían «un miedo tremendo» después de haber sido víctimas colaterales durante meses de unas obras vecinas, pues la contrata utilizó Ramón y Cajal prácticamente como almacén. Este caso ha sido diferente. «Ha ido también que hasta se ha adelantado», apunta en referencia al segundo tramo, entre las calles del Cid y Comuneros de Castilla, cuya ejecución se ha adelantado, porque estaba previsto que se iniciara después de Navidad.  

Precisamente en ese tramo surgen las voces discordantes. Desde el estudio de fotografía de Noelia Davia han sido testigos de al menos tres caídas de viandantes. «Una vecina del número 33 se fue directa al hormigón y otra chica se cayó en una arqueta y llamó a la Policía», detalla. A su juicio, ha sido «un poco caos», con «gente pasando entre las máquinas arrancadas», aceras muy estrechas, arquetas al aire y accesos imposibles a los negocios.

Davia Fotógrafos sí cuenta estos días con pasarela pero no otros establecimientos, como por ejemplo el bar La Corrala. Enojado, Pepe Rey se queja de que no se puede dejar unos locales con acceso y otro no, ni tantos «agujeros abiertos», lo que supone un peligro, sobre todo de noche. Reconoce que las obras «se están haciendo muy bien y muy rápido» pero que los negocios tienen que seguir abiertos y no perder clientela, como les ocurre a ellos. «Nos está haciendo pupita. Desde el miércoles por la tarde estamos así y muchos clientes que usan andador, silla de ruedas o llevan carros y sillas infantiles no vienen», por no afrontar la carrera de obstáculos que entraña alcanzar la barra. «Nos está haciendo mucho daño en este puente, en el que ya de por sí estamos trabajando menos porque no ha habido la afluencia de gente que esperábamos», confiesa.