En plena pandemia, Sofía Cirmi y Nacho Moreno se quedaron sin empleo. Este matrimonio, ella argentina (de Buenos Aires), él burgalés (con raíces en Olmillos de Sasamón), se vio de la noche a la mañana sin sustento para sobrevivir en Madrid. «Es imposible vivir allí. Está todo carísimo», reconoce. Instalados ya en la provincia de Burgos, primero les ofrecieron llevar la cantina de Quintanadueñas, aunque finalmente se hicieron con las riendas de la de Arroyal. «Tenía la casa reformada y el alquiler anual era simbólico, lo que nos atrajo mucho», recuerdan.
De este modo se lanzaron a la aventura y desde el día del Parral de 2021 están al frente de este establecimiento. Sin experiencia alguna en la hostelería -aunque con la mosca siempre detrás de la oreja de emprender por su cuenta- arrancaron esta nueva etapa. A Nacho le pilló en plena sustitución de un profesor -es docente en institutos- por lo que su mujer es la que tuvo que abrir la cantina por primera vez. «La acogida fue genial. Es un pueblo con apenas un centenar de habitantes y nos han recibido súper bien», admiten. Los dos se deshacen en elogios tanto hacia los habitantes de Arroyal como hacia el Ayuntamiento que por aquel entonces gobernada, el cual les dio «todas las facilidades del mundo».
Para no colocarse como un bar de pueblo más, Sofía y Nacho decidieron poner en marcha una carta de productos argentinos hechos por ellos mismos. Así las cosas, sus empanadas y pizzas, según cuentan, han causado furor en la comarca. «Este verano hemos dado muchísimas cenas. Creo que hemos acertado con la propuesta», reconocen. Burgos ciudad y municipios de los alrededores son sus principales clientes, aunque cada vez vienen de más lejos.
Empezamos con un ciclo de conciertos y ahora las bandas nos escriben para venir»
Seguros de poder llenar los estómagos de sus visitantes y saciar su sed, el matrimonio fue un paso más allá y se atrevió a programar conciertos de toda clase y estilo. «Nos gusta mucho la cultura y tener un bar sin música sería un sacrilegio», admiten. Él, amante de la guitarra, no se lo pensó dos veces y a pesar de los impedimentos que durante el verano del 2021 había en ciernes por culpa de la covid-19, pactó las primeras actuaciones. «Teníamos que repartir a los grupos en mesas separadas, todos con mascarilla y sin levantarse», recuerdan.
La frecuencia de las citas fue in crescendo según pasaban los meses: de uno cada cuatro semanas empezaron a programar varios hasta que afianzaron los conocidos como Los Viernes de Arroyal. Con más de 70 actuaciones registradas desde 2021, apuntan que han dejado de buscar bandas, ya que son ellas las que se ponen en contacto para tocar en el pueblo. «Parece increíble, pero hemos tenido incluso que descartar algunas porque teníamos el día ya ocupado», admiten. En invierno también probaron suerte, con la sorpresa de que la afluencia de público -obviamente menor que en verano- también fue notable. Rock, jazz, electrónica, rap... cualquier estilo tiene cabida sobre el escenario, bien sea en la terraza o en el interior de la cantina. Del mismo modo, las bandas no solo llegan de Burgos, sino que algunas lo han hecho de rincones tan variopintos como Austria, Argentina o Chile. «Estamos creando auténticos críticos musicales entre los vecinos», bromean.
Como auténtico «centro social» de Arroyal, también venden el pan que les deja el panadero.
Amantes de la música de todo tipo
El ciclo de conciertos Los Viernes de Arroyal, que empezó como una apuesta un tanto descabellada de Nacho y Sofía, se ha convertido en todo un nicho de clientes para los dos gerentes de la cantina de Arroyal. Hasta este pequeño municipio a escasos kilómetros de la capital se desplazan cada semana decenas de amantes de la música para escuchar a bandas no tan conocidas, pero que no dejan de sorprenderles.
Del mismo modo, sus famosas empanadas y pizzas argentinas cien por cien caseras están también causando un gran furor. Este verano, reconoce el matrimonio, no han dejado de servir cenas, fuera cual fuera el día de la semana.