Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


Teatro Principal

06/07/2022

Envuelta la ciudad en la verdad de su aire, hace 25 años se reabrieron las puertas del Teatro Principal. Para que en aquella tarde de julio las luces de las salas volvieran a encenderse fue determinante el empeño de ciudadanos y colectivos convencidos de que el arte es una extensión más de la vida y que por eso son cosas imposibles de separar. Las luces las encendieron los conocedores de que la cultura es la que nos proporciona respuestas sobre cuál es nuestro papel, sobre qué sentido tienen nuestros movimientos en este escenario que es la vida. Y no significa eso que no supieran que hay otras muchas actividades imprescindibles para la construcción y el desarrollo como personas y como sociedad, pero tenían descifrado bien el ut, conocían bien que la cultura funciona como el ut, la conjunción latina que cuando aparecía en un texto nos enseñaron que era la linterna que iluminaba el sentido de toda la frase. Creo yo que, como Gabriel Plaza, el ahora alumno mejor calificado del curso en la Comunidad de Madrid y decidido a estudiar Filología Clásica, debían pensar que vivir para acumular dinero es argumento demasiado barato para justificar la grandeza de cada día. 

Seguramente porque el sonido fue anterior a las palabras, la actividad en el Teatro se retomó con la programación de un concierto en el que sonaron los himnos que ensalzan a la humanidad (Novena de Beethoven) y a nuestra tierra (Himno a Burgos). Con los días vino luego el movimiento de la danza; la palabra hablada de los textos teatrales y de las conferencias y debates; la palabra escrita de los libros de la Biblioteca; las imágenes, el pulso y los colores de las exposiciones… A veces me pregunto qué ha podido hacer con nosotros todo lo allí escuchado, leído, visto, sentido. O qué hemos hecho nosotros con todo eso, en qué lugar nos habita.

Estos aniversarios es necesario celebrarlos. Es necesario hacerlo como expresión de confianza por lo recorrido y como proclamación de entusiasmo por lo por recorrer. Yo lo celebro desde esta columna mirando solo el lado mejor del camino sobre todo por el respeto que la celebración merece. Lo hago con reconocimiento a los ciudadanos que encendieron las luces, con emoción por el trabajo de tantos allí puesto, con agradecimiento por todo lo allí visto, escuchado, leído y sentido, todo ello deslizándose y entremezclándose por la propia piel para enriquecer cada día la visión del mundo, para ayudar a entender nuestra presencia en él.