Lazos de unión a través de las partituras

S.F.L.
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La Academia de Música de Poza de la Sal forma desde hace más de 130 años a futuros integrantes de la Banda Municipal y refresca la técnica a quienes necesitan refuerzo. El sábado, los alumnos pondrán la nota navideña con villancicos

Lazos de unión a través de las partituras - Foto: S.F.L.

Dicen que en Poza de la Sal uno de cada diez vecinos es músico. El sentimiento artístico que se ha transmitido de generación en generación es palpable a día de hoy en cualquiera de los actos celebrados en la villa. Los intérpretes se mueven al son de la vida social, no solamente en los momentos de fiesta y alegría, sino también en los más tristes, y se encuentran al pie del cañón ininterrumpidamente desde 1891, año en el que el alcalde Vicente Alonso fundó la Banda Municipal. El alguacil Máximo Fernández ocupó el cargo de director y profesor y cobraba una peseta al día. Poco después nació la Academia de Música, cuyas clases se impartían gratuitamente y por la que a lo largo de la historia han pasado centenares de alumnos. 

Uno de ellos es Martín Fernández, que desde tiempos inmemoriales mantiene una especial relación con el saxofón. Como cada uno de los integrantes de la Banda, él acudía a clases de solfeo y de instrumento cuando era pequeño y el trabajo se lo permitía. También lo hizo su padre, su hijo Gabriel, y ahora sus nietos David y Nora, de 10 y 8 años que tocan el saxo y el trombón de varas respectivamente. A pesar de que ellos residen en Burgos y estudian en el Conservatorio, acuden todos los fines de semana al pueblo para recibir las lecciones de conjunto instrumental. «Si en la manera de lo posible colaboramos, la escuela perdurará», manifiesta Gabriel Fernández. Por el momento, los pequeños no forman parte del elenco de la agrupación, pero algún día llegarán a tocar junto a su abuelo y su padre.  Recientemente participaron en el ensayo del concierto que preparan para Navidad y el niño se sentó «al lado de un abuelo que no podía estar más orgullo», añade el trompetista. 

Desde que apenas tienen uso de razón, los pozanos adoran la música, el baile y la animación, por algo el municipio es considerado el pueblo más pequeño de Europa con Banda. En los años 20, los músicos ya eran requeridos para colaborar en funciones de circo; en los 40 para actuar en las romerías castellanas y durante el resto del tiempo que quedaba libre infinidad de localidades demandaban la presencia de los artistas, que a falta de vehículos se desplazaban a otras comarcas a caballo. Durante décadas fueron el alma de los eventos en su villa y en las más próximas, los mejores embajadores de su tierra que llevaron el nombre de Poza más allá de las fronteras de su territorio. 

Con tocar en la agrupación de su querida villa sueña Adela Núñez, que intenta no perderse ningún concierto y tomar nota de los pasos a seguir de los profesionales. Como nunca es tarde si la dicha es buena, en septiembre comenzó sus clases de solfeo en la academia y acompañará a sus compañeros en la actuación del día 17 de diciembre en el Ayuntamiento, plaza Nueva y Vieja tocando villancicos. Desde pequeña, su madre tenía interés en que aprendiera piano debido a sus largos dedos, pero no tuvo suerte. Aburrida de tantos cambios se decantó por las danzas burgalesas. Ya con 15 años y con amigos dentro de la agrupación, «cierto gusanillo por la música despertó en mí, pero el ir a la academia desde Burgos hace casi 35 años no resultaba tarea sencilla. Éramos muchos hermanos y mi padre trabajaba los sábados», recuerda. Pero este año, mientras sonaban los temas del verano en la verbena de las fiestas de San Cosme y San Damián, su prima Cristina confesó que la encantaría inscribirse en la escuela para tocar en la Banda. «A lo que contesté sin pensar que nos apuntaríamos. Dicho y hecho, soy nueva alumna con casi 50 años y con el objetivo de convertirme en charanguera», añade.

Cuna de grandes músicos. A sabiendas de que Poza fue el hogar de reconocidos músicos como Nicolás de la Fuente, subdirector de varias Bandas Militares y Compositor, autor del Himno a Poza y del Réquiem por un pozano; Samuel Espiga, guitarrista e Hilario Santamaría al laúd; y alguno más recientes, como Luis García, director de Banda Militar y compositor, autor del Pasodoble El Diapiro de Poza; Jorge Baldayo aceptó el gran reto de dirigir la escuela e impartir clases de solfeo y trompeta. «Siento gran satisfacción de ayudar y enseñar a la veintena de alumnos las mejores técnicas para que algún día sean las personas que nutran a la agrupación», manifiesta. El también director de la Banda de Música de Briviesca deja claro la importancia de que la academia siga en activo porque «se trata de un servicio más que ofrece el pueblo y un reclamo para asentar población. Además de su presencia cada sábado, Miguel Ángel, Elena y Borja aportan sus conocimientos de percusión, clarinete, trombón, bombardino, conjunto instrumental e iniciación musical con gran ilusión. 

Cualquier momento es bueno para que suene música hasta en el rincón más remoto de la villa salinera y, en muchas ocasiones, si preguntas a alguno de los intérpretes que por qué toca, la respuesta la dejarán muy clara, «celebramos San Queremos». Señoras y señores, que la música nunca deje de sonar.