Un filtro infalible

Maricruz Sánchez (SPC)
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El trabajo de los agentes del CNI es y ha sido crucial a la hora de evitar que se conceda la nacionalidad española a espías o radicales

Un filtro infalible

La presencia en España de ciertos individuos puede poner en peligro la seguridad nacional, una máxima por la que Justicia dio luz verde la pasada semana a la expulsión de Mohamed Said. «Como el gran referente del salafismo más ortodoxo en el territorio nacional», reseña la Policía, la llegada al país de Said vino acompañada de un «aumento del radicalismo en Tarragona a causa de su discurso». Por ese motivo, y pese a algunas voces políticas que clamaron contra esta decisión del Ministerio del Interior, la Audiencia Nacional avaló su expulsión de España, donde lleva más de 30 afincado, concretamente en Cataluña. 

Todo comenzó por un recurso de Said al serle denegada su petición de nacionalidad española. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) tiene un papel fundamental a la hora de que se otorgue ese estatus a los ciudadanos extranjeros que lo pidan. Su trabajo en este ámbito consiste en emitir informes para ofrecer al Ministerio de Justicia elementos de juicio sobre el solicitante y así establecer si la concesión de la nacionalidad a una persona concreta puede suponer «un peligro para la seguridad nacional». De esta manera, el CNI se anticipa a los peligros y evita que espías ilegales o extranjeros radicales puedan desarrollar sus actividades delictivas en España.

Este mismo mes se supo que el CNI había evitado que se le concediera la nacionalidad a un funcionario marroquí que trabajaba en el Consulado alauita en Madrid. El motivo de la denegación fue que, en realidad, se trataba de un extranjero que mantenía una estrecha colaboración con la Dirección General de Estudios y Documentación (DGED), el servicio de Inteligencia exterior marroquí. Todo en un momento en el que la política exterior española pasa por continuos vaivenes con Marruecos.

La realidad es que, en contra de lo que pueda parecer, la labor del CNI a la hora de condicionar la concesión de la nacionalidad española es algo cotidiano. La elaboración de este tipo de informes es requerida de manera continua al departamento que actualmente dirige Esperanza Casteleiro por parte del Ministerio de Justicia, encargado de conceder la nacionalidad a las personas que la soliciten y cumplan los requisitos. Muchos de ellos son espías extranjeros ilegales que pretenden hacerse con un pasaporte español y así poder realizar sus actividades no solo aquí, sino por todo espacio Schengen, sin levantar sospechas.

Gran parte del trabajo que el CNI hace la hora de investigar a este tipo de objetivos se hace desde la División de Contrainteligencia. Este área es la responsable de ubicar y neutralizar las operaciones de los servicios de Inteligencia extranjeros en España.

La propia Casteleiro, que cuenta con una brillante hoja de servicio de 39 años, fue hace un tiempo la máxima responsable de esta jefatura. De hecho, su paso por la Contra, como se llama de forma coloquial en el Centro a esta sección, marcó un antes y un después por la modernización que supuso. 

Una historia de éxitos

Los casos en los que gracias al trabajo del CNI, haciendo una exhaustiva investigación sobre los ciudadanos que solicitan la nacionalidad, se ha impedido que pudieran instalarse en el país para desarrollar actividades fuera de la legalidad, engrosan un nutrido listado.

Un expediente brillante en el que destaca lo ocurrido en 2018, cuando un sirio fue cazado colaborando desde España con los miembros de los servicios de Inteligencia de su país. Al ser detectada, esta persona alegó que esos contactos se enmarcaban dentro de su actividad profesional como ingeniero informático y dueño de una empresa de ese sector. Sin embargo, en realidad este pretexto hacía de cobertura para pasar desapercibido y así obtener información para los oficiales de Inteligencia sirios acreditados en España.

Algunos años antes, en 2006, el CNI motivó que se le denegara la nacionalidad a un jordano tras detectar que había sido colaborador de la Inteligencia de un país de Oriente Medio. Además, se trataba de un individuo que había recibido formación terrorista en campos de entrenamiento. Esta persona logró infiltrarse en el Ayuntamiento de Madrid, donde trabajó como personal de mantenimiento de instalaciones deportivas. Era una persona con una vida aparentemente normal. Estaba casado con una española con la que tuvo siete hijos.