La Rioja se bebe y se vive

El Día
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La tierra con nombre de vino invita a maridar enología, cocina, arte, lengua, patrimonio, tradiciones y naturaleza

La Rioja se bebe y se vive

Espergurar, corquete, renque o canilla son palabras que nadie extraña en La Rioja. En la tierra con nombre de vino, el elixir que regalan las viñas al paladar impregna el día a día y la cultura. El vino se bebe y se vive. Y forja hasta el idioma, con sus primeras palabras escritas en un monasterio de San Millán de la Cogolla, a tiro de piedra de donde el primer poeta en lengua castellana, Gonzalo de Berceo, glosó el bon vino. Y no hay que ser un experto ni un catador para disfrutar de una cultura que ensambla enología y gastronomía, que se transforma en ocio y diversión y destila patrimonio, tradición y vanguardia.

Con el Ebro como columna vertebral y las sierras de Cantabria, la Demanda, Cebollera e Ibérica acotando el territorio de los siete valles, la región más pequeña de España es un microcosmos con una identidad que el vino ha cincelado, y con una diversidad que invita a descubrir matices y singularidades.

Con el vino y toda su filosofía de vida, el visitante tiene a hora y media de camino desde las provincias vecinas un territorio con 400 bodegas que producen afamados caldos de la Denominación de Origen Calificada Rioja, un centenar de ellas visitables. Y las posibilidades son muchas: desde recorrer viñedos a pie o en bici a realizar un curso de cata, relajarse con tratamientos de vinoterapia o aprenderlo todo sobre esta bebida milenaria en el Museo Vivanco de la Cultura del Vino, uno de los mejores del mundo, en la villa medieval de Briones.

El vino es hilo conductor, pero sabe diferente y se vive de forma particular en cada zona. Al este, por donde el Ebro se despide de tierras riojanas, la Ruta del Vino de Rioja Oriental descubre sabores y paisajes menos conocidos, en parte porque en este confín el vino comparte fama con la verdura, las peras de Rincón de Soto o el aceite. Es tierra industriosa, que ha ganado renombre internacional con el calzado, relajante, con sus rutas termales, y que presume de un pasado glorioso, que en Calahorra nos traslada al imperio romano, y de ecosistemas de gran valor, como los Sotos de Alfaro o la Reserva de la Biosfera.

En el otro extremo, La Rioja Alta, la viña tapiza un paisaje caleidoscópico al que también aportan color el cereal o la patata. En Haro, el Barrio de la Estación evoca la atmósfera decimonónica de la belle époque, en la que surgieron los vinos finos de Rioja y coloca al visitante en el enclave mundial con mayor concentración de bodegas centenarias. Tradición y muestras notables de arquitectura de vanguardia maridan a la perfección en estos 'templos' del vino, que salpican el paisaje vitivinícola en Haro y por toda la geografía riojana.

A caballo entre tierras altas y bajas, la capital, Logroño, ejerce de anfitriona e invita a una experiencia enogastronómica con múltiples argumentos. Uno de ellos son sus bodegas, algunas con salas de barricas más que centenarias, y otras con empaque para entrar en la categoría de 'catedrales del vino'.

Barricas y fogones

A la bebida que da nombre a la región, o al revés, le va la compañía de una gastronomía que rompe moldes. La Rioja tiene la mayor concentración de estrellas Michelin por número de habitantes y uno de sus pueblos tiene a gala ser el más pequeño del mundo con un restaurante premiado por la afamada guía francesa.

De los fogones riojanos salen platos de alta cocina y delicias de siempre, como las patatas a la riojana, las chuletillas al sarmiento o los caparrones de Anguiano. Y se puede dar gusto al paladar con mesa y mantel o en las barras, donde las rutas de pinchos no paran de ganar adeptos. La calle Laurel y sus vecinas San Juan y San Agustín son la meca del tapeo, con renombre internacional. De la cocina en miniatura se puede disfrutar también en las zonas de pinchos de Calahorra y en La Herradura, en Haro.

Reconocimiento mundial no le falta a La Rioja, que viaja por los cinco continentes con su nombre impreso en contraetiquetas de millones de botellas. Y ese prestigio se verá reforzado este año con la VII Conferencia Mundial sobre Enoturismo, que convertirá a La Rioja, del 22 al 24 de noviembre, en el mayor foro internacional de expertos en turismo vinculado al vino.

Vino, gastronomía, patrimonio, historia, naturaleza... la tierra con nombre de vino está cerca, aunque traslada al turista a un universo por descubrir. Más detalles, en la web www.lariojaturismo.com.

¡Vino va!

El vino de Rioja es vehículo de conversación, de relación... y munición para la batalla, incruenta y divertida, eso sí. Para famosa, la Batalla del Vino de Haro, que cada 29 de junio, coincidiendo con las fiestas locales, empuja a miles de participantes locales y de medio mundo a subir hasta los riscos de Bilibio, donde vivió en recogimiento San Felices, para 'guerrear' con botas, calderos y hasta sulfatadoras cargadas con tinto que todo el mundo arroja contra todo el mundo, hasta que el uniforme blanco de los contendientes se torna morado. Esta popular tradición, declaradada Fiesta de Interés Turístico Nacional, tiene una 'pariente' en la vecina San Asensio, capital del clarete, donde este tipo de vino sustituye al tinto en otra guerra, menos conocida, pero igualmente populosa, que también termina con el personal rociado de pies a cabeza en una catarsis vinícola de alegría desbordada.