La vida es incómoda, pero merece la pena, aseguraba el otro día el Premio Cervantes 2023, Luis Mateo Díez. Me apunto a esa idea, aunque últimamente me cuadra más algo que decía una de las protagonistas de The Morning Show: la vida es una sucesión de putadas, aunque con suficiente espacio entre ellas como para que te pillen de sorpresa. La última, tener que despedir a Juan Ángel Gozalo, currante del periodismo burgalés, concienzudo, enamorado de la provincia, recién jubilado de este periódico. Para muchos colaboradores, su contacto directo. Un periodista como los miles que pueblan -poblamos- las redacciones de cientos de medios de comunicación en este país: curritos de la información, ni más ni menos, que a la postre son los que cuentan las cosas que pasan. De eso va generalmente este trabajo, aunque a muchos compañeros se les pone cada vez más complicado desempeñarlo con dignidad. Sirvan como ejemplo más visible los cabestros que se dedican a interrumpir conexiones en directo para soltar insultos y sinsorgadas hasta llegar casi a la agresión física. Imagine que está en su puesto de trabajo y llega un propio y comienza a gritar en su oreja que usted y todos los que se dedican a lo suyo son basura y lo que hacen, una mierda.
Claro que cómo no se van a sentir legitimados para soltar barbaridades si quienes están obligados a dar ejemplo se dedican a la sobreactuación y a faltar al respeto al cargo que ocupan. Ahí tienen al señor vicepresidente de la Junta de Castilla y León, que haría sonrojarse a un hooligan desde su asiento de las Cortes regionales. Y que, como el más entregado de los manifestantes de estos últimos días, inicia sin reparo cánticos xenófobos en su defensa callejera de la unidad de España. Eso sí, esperaba un ripio más trabajado que esas lecheras a la frontera de todo un decimotercer puesto en la categoría individual del Campeonato Mundial de Debate por parejas 2013.