Santa Teresa en el Monasterio de La Vid

Máximo López Vilaboa
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En 2015 se cumple el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, una polifacética mujer adelantada a su tiempo cuya figura siempre ha suscitado admiración al margen de su faceta religiosa. La santa andariega recorrió largos caminos, a pesar de sus enfermedades, para fundar nuevos conventos del Carmelo reformado. En la Ribera del Duero no fundó ninguno en vida y fue 21 años después de su muerte, en 1603, cuando se creó uno en Peñaranda de Duero: el convento masculino de San José.

A poca distancia de esta localidad, en el monasterio de la Vid, existe la leyenda de que Santa Teresa de Jesús pasó allí una jornada durante su viaje desde Palencia a Soria. En la Vid existía un hospital que servía de lugar de hospedaje, según disposición testamentaria del cardenal Íñigo López de Mendoza, que falleció el 9 de junio de 1535. El cardenal dejó dicho que se tenía que construir un hospital «dentro de las cercas del monasterio para pobres peregrinos, bajo la protección de la Purísima Concepción». Esta última voluntad la llevó a efecto tres años después el Abad Ambrosio de Peñaranda.

El gran biógrafo de la santa, Fray Efrén de la Madre de Dios, afirma con rotundidad que estuvo en el monasterio ribereño la noche del 30 al 31 de mayo de 1581, de viaje desde Palencia a Soria, donde iba a fundar el Convento de la Santísima Trinidad. El Padre Efrén lo señaló así en su obra ‘Tiempo y Vida de Santa Teresa’: «Desde Aranda el camino serpentea por la orilla izquierda del Duero, muy frondosa, muy buen tiempo y el andar reposado… A tres leguas largas de Aranda se detuvieron los coches en Santa María de la Vid, monasterio famoso de canónigos premonstratenses, en cuya hospedería hubieron de pasar la noche del 30 de mayo».

 

VIAJES

Las vías de comunicación eran muy escasas en aquella época y el Monasterio de Santa María de la Vid se enclava en un camino real en el que existía una posada para reposar, además del citado hospital.

Santa Teresa recogerá sus viajes en el ‘Libro de las fundaciones’. Las dificultades para viajar en aquella época eran innumerables. No obstante, la santa señala que no se va a detener en exceso en relatarlas: «No pongo en estas fundaciones los grandes trabajos de los caminos, con fríos, con soles, con nieves, que venía una vez no cesarnos en todo el día de nevar; otras, con hartos males y calenturas, porque - gloria a Dios- de ordinario es tener yo poca salud, sino que venía claro que nuestro Señor me daba esfuerzo».

La entrada en la diócesis de Osma fue por la comarca de la Ribera, que entonces pertenecía a ésta. El obispo de Osma envió ayuda a la monja y a todos sus acompañantes, y así afirma: «Tuvo poco trabajo en este camino porque el que envió el obispo nos llevaba con harto regalo y ayudó a poder dar buenas posadas que, en entrando en el obispado de Osma, querían tanto al obispo, que en decir era cosa suya, nos las daban buenas. El tiempo lo hacía. Las jornadas no eran grandes. Así poco trabajo se pasó en este camino, sino contento; porque en oír yo los bienes decían de la santidad del obispo, me le daba grandísimo».

Se ve que la benignidad del clima castellano en primavera y las atenciones procuradas en dar «buenas posadas» a Santa Teresa le hizo más llevadero el viaje. Entre ellas, seguro que consideraría su estancia junto al monasterio premostratense de Santa María de la Vid, pues de este trayecto señala: «Así poco trabajo se pasó en este camino, antes bien me sirvió de recreación y contento. Era llano y muchas veces a vista de ríos, que me hacía harta compañía». Santa Teresa indica, además, quiénes le acompañaron en este viaje. Eran 13 personas: la fundadora, siete monjas, una fraile y su compañera; dos Padres Carmelitas Descalzos, uno de ellos el genovés Fray Nicolao de Jesús María; y el guía enviado por el obispo de Osma.

RECUERDOS

Además de esta presencia en vida de la Santa debemos señalar otra que hizo al monasterio en forma de reliquia, conmemorando precisamente su presencia de siglos antes. Fue el 14 de mayo de 1963 cuando su célebre «brazo incorrupto»  hizo una parada en el monasterio, que entonces ya era agustino.

En la revista de la Congregación ‘Cor unum’ se hace el siguiente relato: «Madre Teresa, peregrina del amor y la hidalguía, se ha parado un momento con nosotros, junto al Duero, para descansar del camino. No; no se ha parado a descansar. Es solo una visita de amistad. Y es que Madre Teresa nunca se fatiga por el Amor. Hace cuatro siglos que se echó a andar por esos mundos y todavía no se ha parado nunca por comodidad.

Hoy tampoco. Hoy se ha parado para que contempláramos su belleza ascética, su talla ingente de santa, su brazo izquierdo -carne incorrupta-, hecho relicario de veneración. Un brazo que sabe del bordón peregrino, de la descripción maravillosa y mística de las Moradas, de la reforma carmelitana del siglo XVI.

Hoy se ha detenido con nosotros para recordar; para revivir aquellos días del Convento de Gracia en Ávila, para volver a soñar otra vez en Agustín de Tagaste... Su brazo y su espíritu han impregnado nuestras horas de esa fragancia teresiana tan irresistible, tan bella, tan suave. Y hemos besado su brazo hecho reliquia… Y mientras tanto, las campanas de La Vid tocando a gloria».

Junto a estas líneas reproducimos dos fotogramas de la serie de Televisión Española ‘Teresa de Jesús’ (1983). Algunas de las escenas se rodaron en Peñaranda de Duero, ambientado como que estuvieran en el palacio de la Princesa de Éboli, en Pastrana (Guadalajara). Junto a estas líneas podemos ver a la actriz Concha Velasco caracterizada como Santa Teresa, bajando de un carro en el patio del palacio de los Condes de Miranda de Peñaranda. Se trata de una escena como la que se pudo ver en la realidad a su llegada al monasterio de la Vid.

En el otro fotograma vemos el particular séquito de la santa fundadora entre viñas, una imagen que bien pudo producirse en su efímero paso por la Ribera del Duero, en la ruta habitual de la época encia y Soria.

Concha Velasco

Escena de la serie de TVE Teresa de Jesús (1983), donde aparece  Concha Velasco caracterizada como Santa Teresa bajando de un carro en el patio del Palacio de Los condes de Miranda en Peñaranda de Duero. Se trata de una escena como la que se pudo ver en la realidad a su llegada al monasterio de La Vid.