Ya (casi) nadie envía postales

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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La postal cumple 150 años en horas bajas pese a que vivió épocas de esplendor. Burgos mostró durante décadas su rico patrimonio histórico y artístico merced a estas tarjetas turísticas

Ahora cuesta encontrar tarjetas turísticas de Burgos, que han desaparecido de librerías y otros comercios. En las tiendas de souvenirs son residuales. - Foto: Iván López

Ya nada es lo que era. Durante décadas, uno de los actos más habituales cuando se visitaba un lugar era comprar un par de postales, ponerles su correspondiente sello y echarlas a un buzón tras haber garabateado unas pocas palabras a los destinatarios de turno. Una suerte de 'yo estuve aquí y aquí me acordé de ti' que ahora se realiza por otros conductos más instantáneos, llámense whatsapp, instagram, facebook etc... Aunque fue bajo el reinado de Amadeo de Saboya (1871) cuando se aprobó una real orden que permitía la creación de tarjetas postales, que ya se habían puesto en circulación en otros países de Europa, no fue hasta 1873, hace ahora 150 años, cuando empezaron a diseñarse y a circular en España. Burgos no se quedó el margen de una moda que crecería con el tiempo y que viviría una época dorada durante el desarrollismo de los 60 y 70 del siglo XX. No en vano, el ingente patrimonio histórico artísticos de la tierra sagrada era un filón. Así lo acreditan muchas de las tarjetas que obran en poder de coleccionistas como Carlos Sainz Varona, que ha editado varios libros con ese material, de Miguel Vivanco o de fondos como la Colección Galafel que atesora el Archivo Municipal de Burgos y a la que pertenecen la mayor parte de las imágenes que ilustran este reportaje.

La práctica de comprar y enviar postales ha caído tan en desuso que cuesta encontrar hoy puntos en los que adquirirlas. Antes era fácil hallarlas en librerías o despachos de prensa, especialmente en el entorno del centro histórico que frecuentan los turistas; era, incluso, habitual que en la propia calle, junto a estos comercios, se instalara una torre bien nutrida de postales. Ya ni siquiera es así: los pocos establecimientos que las venden no las tienen tan a la vista como antes, y hay que preguntar por ellas. Se han impuesto otro tipo de regalos o recuerdos, como los inefables imanes. Pero las postales ya parecen cosa del pasado, por más que todavía haya quien solicita a amigos y parientes que allá donde vayan tengan ese detalle. Un acto casi de romanticismo, un guiño a la nostalgia.

«La verdad es que de unos años a esta parte ha bajado mucho la venta de postales. Sí hay aún quien compra de vez en cuando, pero sobre todo porque se lo ha pedido un amigo o un familiar, no sale de esa persona comprar y enviar una postal. Los tiempos han cambiado. Los móviles y todas las redes sociales están acabando con las postales. Es una realidad. De hecho, algunas de las que vendemos tienen ya muchos años», explican desde una de las pocas tiendas de souvenirs que todavía ofrecen este producto tan vinculado al turismo.

Entre finales de siglo XIX y los albores del XX Burgos se subió al carro de la postal. Sus insignes monumentos, con la Catedral a la cabeza, predominaban en las tarjetas. La Cartuja o Las Huelgas también viajaron. Pero había rincones que también llamaron la atención de las empresas que creaban estos productos: el paseo del Espolón, el paseo de la Isla, el Castillo, el solar del Cid, el Arco de Santa María, el Teatro Principal y su Salón Rojo o las riberas del Arlanzón con la silueta del casco histórico dibujándose al fondo eran habituales. También los hoteles, como el Norte y Londres o el Infanta Isabel, por ejemplo, se sumaron a esa moda. Restaurantes y establecimientos comerciales dispusieron también de sus postales. Asimismo, llegó a incorporarse el folclore local a las imágenes que terminarían viajando a través del correo: los gigantones y gigantillos fueron habitualmente estampados.

Ya a partir de mediados del siglo XX se fue ofreciendo otra imagen de la ciudad, ya en color, con la Catedral como icono eterno o la escultura del Cid esculpida por Juan Cristóbal como referente. Más tarde se incorporaron las imágenes aéreas que exhibían una ciudad rabiosamente verde, recorrida por el Arlanzón. Siempre trató de mostrarse una ciudad con muchos atractivos, como todavía se hace con las que todavía hoy pueden encontrarse. Por más que haya que rebuscar para dar con unas pocas. Porque ya (casi) nadie manda postales.