La verbena de San Queremos

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Todas las noches, un nutrido grupo de mayores convierte un recodo del parque Félix Rodríguez de la Fuente en una pista de baile. Pasodobles, cumbias, rancheras, agarraos y sueltos, los fieles a esta cita que nació de manera espontánea pasan un rato

La verbena de San Queremos - Foto: Luis López Araico

A Angelines le chifla bailar. De toda la vida. La música, mover el esqueleto. Suelto y agarrao, lo mismo da. Esta noche, sentada en el banco, se confiesa un tanto cansada, quizás abatida por este calor del demonio que dobla a cualquiera. Incluso a ella. Pero amigo mío... Es sonar uno de sus temas favoritos y, como Lázaro, Angelines se levanta y empieza a darlo todo sobre la improvisada pista de baile en la que, todas las noches, se convierte uno de los recodos del parque Félix Rodríguez de la Fuente, lugar de encuentro y reunión espontánea de amantes del bailoteo. Hay noches en las que se junta hasta medio centenar de personas en torno a la música que emana de un aparato que lleva consigo Lourdes, otra bailonga de aquí te espero. La mayoría son fieles a esta cita nocturna que nació de forma natural hace mucho tiempo, y hay algo maravilloso en ella: los espacios públicos son de la gente, y este nutrido grupo de personas a las que entusiasma bailar se han puesto la plazoleta por montera para disfrutar cada noche de una verbena. La de San Queremos.

Esta actividad es también, y sin pretenderlo, una suerte de reivindicación: a falta de una programación dirigida a este público e incluso de locales en los que dar rienda suelta a la pasión bailonga, nada como el ingenio, las ganas y el buen ambiente. Esta cita diaria, que suele empezar a calentar motores en torno a las diez y se puede prolongar hasta pasada la medianoche, está abierta a todo aquel que desee pasar un rato estupendo. «Aquí puede bailar todo el mundo. Se trata de pasar un buen rato. Solemos estar siempre los mismos, pero también viene gente nueva de vez en cuando», cuenta Jesús tras sentarse un rato a recuperar el resuello después del marchoso pasodoble que se ha marcado con Lourdes. 

El pasodoble es, quizás, el baile que más triunfa y se reclama en esta verbena de amigos, pero se pincha todo tipo de música: cumbia, bachata, ranchera y «música más moderna, de la que baila la juventud de ahora», tercia Angelines mientras, con varias mujeres más y algún caballero que otro, dibuja sobre la pista la coreografía del No rompas más mi pobre corazón, de Coyote Dax, tema que tiene más éxito que Los Chichos. Lo bordan todos, paso adelante, paso atrás, entre risas y cánticos. 

«Aquí estamos muy a gusto. Es una manera de conocer gente. Y de aquí han salido muchas amistades. Es un ambiente bonito», explica Antonia, que procura no perderse esta cita a la que acude siempre con su marido, «que baila de maravilla», dice con orgullo. No se trata sólo de bailar, insiste Antonia. Esta reunión hace también las veces de terapia para quienes andan un tanto alicaídos, preocupados, tristes o agotados por los desmanes de la vida. «Es muy divertido y muy saludable. Se socializa y se forjan amistades. Es un estímulo y una terapia. La música y el baile ayudan a sobrellevarlo todo», apostilla Antonia antes de lanzarse a bailar un agarrao con su esposo (...).

(El reportaje completo en la edición impresa de hoy de Diario de Burgos o aquí)