«Ser explorador urbano es desafío y adrenalina»

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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La atracción por los lugares abandonados está más en boga que nunca. Hablamos con uno de los más veteranos 'cazadores' de estos espacios, un burgalés que ya ha explorado más de 800 sitios: castillos, fábricas, hospitales, edificaciones militares...

Nor44 lleva una década adentrándose y fotografiando y grabando en vídeo lugares abandonados. - Foto: Valdivielso

Hace tiempo que cumplió los treinta. Es delgado como un junco. Viste rigurosamente de negro y sólo llama la atención lo único que se ve de él: unos ojos azules que son pura curiosidad porque quieren verlo todo. Se hace llamar Nor44 y es uno de los más veteranos y activos exploradores urbanos de Burgos, aunque su pasión no entiende de fronteras: se ha recorrido -y sigue haciéndolo- no sólo toda la provincia, sino casi toda España, Portugal, media Francia e Italia en busca de lugares abandonados: naves industriales, palacios, castillos, casas, hospitales, construcciones militares, centrales nucleares y eléctricas, morgues, galerías subterráneas de metro o alcantarillado, teatros, cines, boleras... Cualquier edificio otrora habitado que hoy ya no lo esté, pero que conserve el alma, el espíritu y la esencia de lo que fue. «Ser explorador urbano es desafío y adrenalina», explica posando para la sesión de fotos con su inseparable kit: una mochila en la que hay dos linternas (una de ellas de una potencia brutal), unas gafas de visión nocturna, guantes, una cámara fotográfica y otra de vídeo.

Prefiere no revelar su identidad porque a menudo camina al filo del abismo: tanto él como los tres compañeros también burgaleses con los que comparte esta pasión suelen adentrarse en lugares que tienen prohibido el acceso; eso sí, deja claro que jamás su intención está relacionada con el vandalismo o el saqueo: más al contrario, se consideran valedores y protectores de estos espacios y de su memoria, hasta el punto de que más de una vez, antes de retratarlos con la cámara, los han limpiado, recogido, ordenado. «Es una ley no escrita: los exploradores urbanos tenemos un respeto total y absoluto por estos lugares. Por eso yo grabo con mi cámara de vídeo todo, desde que entro hasta que salgo. Ahí queda recogido que no tocamos absolutamente nada, por si tenemos que dar explicaciones. Sentimos respeto por esos lugares».

Es una tendencia o una moda desde hace unos años; se llama Urbex (Urban Exploration, en inglés). Para este burgalés, que lleva diez años buscando y explorando lugares que son pasto del abandono y el olvido, lo que más le seduce es lo que siente cada vez que accede a uno de estos espacios, especialmente aquellos que se han conservado casi como estaban la última vez que fueron habitados: «Cierro los ojos y me imagino cómo era cuando había gente. Puedo llegar a sentir esa corriente, esa fuerza. Es muy difícil de explicar, pero es una emoción muy intensa», confiesa con entusiasmo.

Gafas de visión nocturna.Gafas de visión nocturna. - Foto: Valdivielso

Nor44 era apasionado de la fotografía; un día, durante una sesión con amigos, buscando un lugar con atractivo, se adentraron en una vieja factoría. Se deslumbró. Desde entonces, el objetivo de su cámara (y de su alma) no es otro que todos aquellos sitios en los que ya no mora nadie. Capturarlos y eternizarlos. «Busco descubrir sitios nuevos, lo cual no es fácil porque en este mundo del Urbex hay mucha gente. Pero sí he conseguido una veintena», dice orgulloso. En su Google Maps tiene todos los lugares que ha explorado geolocalizados. La cifra es espactacular: 882 localizaciones diferentes. No va a la aventura: suele investigar previamente los emplazamientos, su situación, su historia; es cierto que, a veces, se topa con algún lugar y no desaprovecha la ocasión de adentrarse en él. «Nos sucede a menudo que de camino o de vuelta a un lugar paramos en otros», explica.

Admite este explorador urbano que su afición siempre está en el límite de lo legal. No en vano, accede con frecuencia a lugares en los que está prohibido el paso, y aunque nunca ha tenido problemas con la autoridad, sí ha tenido que salir por patas en más de una ocasión o tener que dar más de una explicación, pero jamás con unas esposas puestas. Deja claro que nunca ha forzado ni roto nada para entrar a un recinto abandonado, y que todo lo deja siempre tal cual está. «Para nosotros es como entrar a nuestra casa. Tenemos un respeto absoluto por los sitios que visitamos. Nunca tocamos nada. Cuando nos vamos lo dejamos como nos lo encontramos». Confiesa que nada le motiva más que sortear los sistemas de alarma o detección que en ocasiones encuentran en sitios abandonados, para lo que las gafas de visión nocturna resultan fundamentales, toda vez que identifican las luces láser y eso le permite evitar que se activen las alarmas. En más de uno de esos lugares explorados ha llegado a pernoctar Nor44, tanta es su pasión.    

Se ha llevado, claro, más de un susto: desde encontrarse a alguien dentro y en una actitud hostil, por no hablar de perros fieros, hasta más de un golpe o una caída, porque estos sitios, incluso los que están relativamente bien conservados, suelen tener zonas deterioradas. De la provincia de Burgos se lo sabe todo. Se conoce al dedillo espacios míticos como la fábrica Valca, en el Valle de Mena, o la azucarera de Aranda de Duero, aunque su lugar favorito es el edificio Campo de la plaza Mayor. Le chifla explorar en castillos (châteaux) de Francia, y su gran sueño es pasarse una temporada en la central nuclear de Chernóbil. Hasta la fecha, ninguna experiencia ha sido más sensacional que explorar en barcos abandonados en un punto que no revela de la costa cantábrica. «Cada día me gusta más. Y he llegado a un punto de exquisitez que quiero explorar los sitios más difíciles y mejor conservados», concluye.