Cinco días han dedicado a la capital y alrededores la familia conformada por Yolanda Espejo, Javier Torres y sus hijas Inés y Amalia, quienes se despedirán hoy de Burgos con la visita a la Catedral. «Ya entramos el primer día y, hasta ahora, nos ha parecido lo más bonito, pero queremos dedicarle tiempo y ver todas las capillas, así que por eso la hemos dejado para el final», contaba ayer la pareja, que hacía tiempo que tenía marcada la provincia como destino vacacional. «Nos apetecía mucho, sí. Queríamos hacer la ruta del Cid, conocer San Pedro de Cardeña y unos cuantos pueblos, la Cartuja...», comentaban, para explicar el porqué de una estancia que duplica la pernoctación media que se registra en la capital desde hace lustros, pero que, a juzgar por el testimonio de varios de los turistas consultados por este periódico, podría estar empezando a cambiar. «Hay mucho que ver», ratificó esta familia.
La abundancia de patrimonio, así como su variedad, hacen de Burgos un destino apto para todos los públicos. Y si a eso se le añade un clima que todavía permite dormir por la noche, en algunos sitios incluso con manta, la provincia gana tantos. De hecho, estos días es muy habitual escuchar cómo turistas que han escapado del calor de otras zonas y pasean por el centro alaban esa «buena temperatura» que permite hacer turismo con calma y disfrutando del lugar.
Esa sensación de paz y frescor se intensificaba ayer por la mañana en la Cartuja, un remanso urbano a pesar de que el trasiego de visitas era constante. En las dos horas transcurridas desde la apertura hasta la consulta efectuada por este periódico, habían pasado por Miraflores 159 personas -según datos oficiales-, de las cuales algo más del 84% procedían de distintos puntos de España. Y entre los extranjeros, la mayoría eran europeos. «Aunque también ha venido una persona de Taiwán», matizaron en la ventanilla de entrada.
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