Quedamos en el España

B.G.R.
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El mítico café de la calle Laín Calvo, el único que pervive de los años 20, baja la persiana. Acaba un ciclo de hostelería y cultura para Ignacio Bacigalupe y Lourdes Fernández, que esperan que siga como tal al ceder el testigo

Lourdes Fernández e Ignacio Bacigalupe reabrieron el establecimiento en 1987. - Foto: Luis López Araico

Un poso de antaño, una pizca de castizo, un buen chorro de cultura y muchas dosis de mimos, todo ello servido en un ambiente agradable marcado por cuidados detalles y esa música de jazz de fondo que acompaña una larga conversación o una lectura en solitario. De muchas formas se puede describir el Café España, en la calle Laín Calvo, punto de encuentro de burgaleses y visita obligada de turistas que observan ensimismados fotos de una historia que se remonta a los años 20 y que han sabido cuidar al máximo Ignacio Bacigalupe y Lourdes Fernández. Ahora han decidido bajar la persiana (lo hicieron hace diez días) para iniciar otro ciclo, pero desde el deseo de que quien tome el testigo conserve la esencia de este mítico local que supuso un antes y un después en la hostelería tradicional.

Resulta inevitable que la nostalgia y la pena aparezcan a la hora de descubrir una mochila llena de gratos y cariñosos de recuerdos que se remontan a 1987, cuando cogieron el traspaso del local que hasta entonces regentaba Gerardo Saldaña. «Cerramos una etapa con mucha añoranza, pero llega un momento en que hay que hacerlo», asevera Bacigalupe, quien reconoce que la idea ya rondaba en sus cabezas antes de la pandemia. Treinta seis años al frente de un negocio que, a pesar de compaginarlo con otros, ha sido «nuestro niño mimado». 

Y hay ejemplos para corroborarlo, como el hecho de colocar todos los días flores en los aseos de señoras, «que nadie suele agradecerlo, pero que de mil en mil hay una persona que sí que lo hace y por eso lo hemos mantenido». Detalles que se trasladan a los posavasos que recogen la esencia del local, a postales, participaciones de lotería, felicitaciones navideñas o calendarios que demandaban de todos los puntos de España y en los que la historia de este establecimiento siempre ha estado presente, al igual que en su interior, donde permanece la máquina registradora original, la cafetera o las sillas de madera.

El pintor Ignacio del Río (i) fue uno de los habituales al café desde su apertura.El pintor Ignacio del Río (i) fue uno de los habituales al café desde su apertura. - Foto: Luis López Araico

A esa historia se refiere desde el primer momento Bacigalupe mencionando a la familia Saldaña, quien en 1921 decidió abrir un bar especializado en mariscos, aperitivos y fiambres al que dio continuidad Gerardo, un hombre que describe como «típico» a la vez que «atípico», afable, entrañable, conocido por todos y quien en sus últimos años de hostelero marcaba sus propios horarios. «Cuando yo era estudiante, lo raro era que estuviera abierto», rememora sobre una frase convertida ya en famosa: ¡Vamos al España, que está abierto!

El local fue un referente también en el mundo de la tauromaquia. Allí se fundó la primera peña taurina burgalesa, convirtiéndose en los años 30 en lugar de encuentro para los aficionados antes de marcharse a Villadiego a los toros, tal y como dejan constancia muchas de las fotografías que atesora el empresario, quien también es fotógrafo, junto a recortes de periódicos y reseñas en numerosos libros. 

Bacigalupe estudió en Madrid y se quedó prendado de esos míticos cafés como el Manuela Malasaña, el Central o Del Foro. Le gustaba el mundillo de la hostelería y decidió importar ese concepto aprovechando el traspaso del local y su buena relación con los Saldaña. Fue así como el Bar España se convirtió en Café España tras una profunda labor de restauración en la que se conservó todo aquello que se pudo, convirtiendo la madera y el mármol de sus mesas en elementos diferenciadores, sin olvidarse de una espectacular terraza. 

Imagen de la última participación de Lotería con una imagen del local de 1933.Imagen de la última participación de Lotería con una imagen del local de 1933. - Foto: Luis López Araico

No se considera un «hostelero al uso» y desde el primer momento buscó el equilibro entre esta profesión y la cultura, aunque le tildaran de loco por querer montar un café con música de jazz o blues que, según le decían, «estaba pasado de moda». Apostó y llevó a término su idea con gran éxito empresarial y referencia cultural, siendo escenario de innumerables conciertos (aquí se formaron grupos como La Chistera Negra), de recitales de poesía, de obras de teatro, películas, vídeos promocionales o punto de celebraciones varias, como los Carnavales o aniversarios del local. 

El café se mantiene desde entonces con ese espíritu vanguardista y bohemio que atraía a una clientela fija, variopinta y de cualquier edad. Por el España han pasado los principales artistas e intelectuales burgaleses, entre los que Bacigalupe destaca al pintor Ignacio del Río, quien ya participó en su inauguración en 1987. «Creo que ha marcado bastantes pautas en el mundo de la hostelería», subraya, al tiempo que precisa que cuando inició su aventura proliferaban los pubs y a partir de su puesta en marcha comenzaron a abrirse cafés.

Su estreno ya fue un éxito, con una plaza abarrotada de público, que se ha ido extendiendo con el tiempo. Bacigalupe lo deja, pero confía en que se mantenga el café tal y como es. «Para quien venga el negocio ya está hecho. Es una joya de 1921 y no queda ninguna otra en Burgos», sostiene. Aprovecha esta despedida para agradecer el apoyo de todos los que les han acompañado en este tiempo con la esperanza de volver a escuchar vamos o quedamos en el España.