Un frío que ni el de Burgos

H. JIMÉNEZ
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Ante anuncios como la vacuna de Pfizer, que necesita 80 grados bajo cero para su conservación, la UBU y el Hospital cuentan con varios congeladores capaces de preservar material delicado a temperaturas extremas

La vacuna de Pfizer necesita estar a más de 70 grados bajo cero.

El día que la farmacéutica Pfizer anunció su vacuna y explicó que para conservarla se necesitan temperaturas de 80 grados bajo cero más de uno bromeó con Burgos. Que si aquí la pueden dejar en la calle, que si habrá que atemperarla después al baño maría... Exagerados. En la capital del Arlanzón hace fresco y mucho viento, pero lo que necesitan ese tipo de materiales biológicos pertenece a otra dimensión.

Para lograr esos niveles de frío se necesitan aparatos tan especializados que no se encuentran en ninguna empresa alimentaria (en el sector trabajan como mucho con -40ºC) sino que corresponden más bien al ámbito de la investigación y la experimentación. Por eso en la capital lo tienen la Universidad de Burgos y el Hospital Universitario.

El decano de Ciencias, Gonzalo Salazar, explica que entre la propia Facultad y el Centro de Investigación en Biotecnología Alimentaria (CIBA) cuentan con cuatro grandes neveras que son parecidas a arcones en vertical, de aproximadamente un metro cúbico cada una. Fueron compradas hace unos cinco años por 6.000 euros cada una y en ellas cabrían cientos de vacunas, pero mientras llegan los científicos de la UBU los tienen a rebosar de muestras para sus experimentos.

«Se usan para temas de microbiología o bioquímica, que trabajan con organismos en los que es importante que no modifiquen su actividad, y también en temas de genética», apunta Salazar.

Henar y Jesús, técnica y estudiante respectivamente del laboratorio de Microbiología en Tecnología de los Alimentos, custodian por ejemplo los criotubos en los que se mezclan distintos microorganismos. Necesitan tantísimos grados bajo cero para mantenerlos en una especie de hibernación, de forma que no mueran pero que tampoco crezcan ni se reproduzcan, y manejan materiales que si se descontrolan pueden ser peligrosos como la listeria o los clostridium botulinum
A pocos metros de ellos, pero ya en el CIBA y en concreto en el Departamento de Biotecnología, su directora Pilar Muñiz muestra otro de estos supercongeladores con muestras de tejidos celulares de animales destinados a experimentación y también recipientes con plasma humano. Para su transporte se utilizan cajas de pequeño tamaño llenas de nieve carbonizada, una técnica que podría aplicarse también en los próximos meses para mover las vacunas a pequeña escala.

Manejo delicado. De hecho, es probable que la logística sea mucho más sencilla a la hora de transportar cantidades «domésticas» o moderadas que para sacar las vacunas de las fábricas. Imaginen un avión o una flota de camiones que necesiten mantener semejantes niveles de frío. Incluso con las pequeñas neveras, similares a las que todos hemos utilizado alguna vez para una merienda campera, hay que tener un enorme cuidado porque solo con abrir los recipientes unos segundos la temperatura asciende rápidamente y el material biológico podría perder sus propiedades.

Los dos últimos congeladores de la UBU los tienen en el Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular y en el de Microbiología, y allí se custodian muestras de enfermos de Parkinson o cepas del temido staphylococcus aureus, responsable de infecciones nosocomiales en el hospital que traen de cabeza a los profesionales sanitarios por su resistencia a los antibióticos.

Precisamente en el HUBU, y siempre orientado al trabajo científico, disponen de equipos similares en los departamentos del laboratorio, en Microbiología y en la Unidad de Investigación. Todos ellos sumados a los de la Universidad, y probablemente a nuevas adquisiciones de neveras que serían necesarias para asumir miles de dosis, podrían servir para almacenar la ansiada vacuna cuando llegue. La de Pfizer, al menos, que necesita este frío tremendo pero que todo el planeta espera acaloradamente como una fuente de esperanza y de vuelta a la normalidad.