Mateo en el pueblo de las mil maravillas

P.C.P. / Olmillos de Sasamón
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Vecinos de Olmillos de Sasamón recrean en las puertas y fachadas de las casas decenas de cuentos infantiles. Clásicos, modernos, de película, narrados, por fascículos y hasta con una biblioteca

Se nota que la artista de ‘Blancanieves y los siete enanitos’ tiene manos de modista. - Foto: Luis López Araico

Olmillos de Sasamón ha tejido una tela de araña que cada verano atrapa a todos sus vecinos dentro de una especie de gran fiesta temática de la que nadie puede ni quiere escapar, ya tenga mucha imaginación y nula habilidad, o viceversa, porque lo importante es participar y lo demás es cuento.

Y mucho tienen este año en las calles de la localidad. Clásicos, modernos, de película, narrados, inventados, por fascículos y hasta una biblioteca donde elegir el que en ese momento más apetezca. Los hay repetidos, pero no iguales, porque varían los materiales y la puesta en escena. Lo mismo están colgados de una pared, que encajados en el marco de una puerta o distribuidos por todas las ventanas del edificio. En otros casos, las escenas se dibujan sobre una pizarra que la dueña de la casa utiliza para apoyar su declamación, a la usanza de las coplas de ciego de la Edad Media. Es Ricarda quien se levanta como un resorte para contar así el cuento de Los tres cerditos, al que le ha añadido paja, madera, piedras y herramientas para que los niños puedan imaginarse cómo fue la construcción. Soplaré y soplaré y tu casa derribaré

El de Andersen se repite varias veces a lo largo de las calles de Olmillos de Sasamón, al igual que El Libro de la Selva. Tampoco faltan Caperucita, Pinocho, la Sirenita, el Rey León, la Abeja Maya, la Ratita Presumida, el Patito Feo, Bambi... Imposible no sentirse en cada esquina sacudido por un recuerdo de la infancia, acunado por la voz de una madre, estimulado por el grito de un hermano. También les ha pasado a los vecinos, que han puesto mucho de ellos mismos en esta decoración, hasta conseguir que sea mucho más que un cuento.

Como el de Mateo, «un niño de color, negro como la noche y oscuro como un misterio». Así comienza el relato que ha elegido Ascen para romper prejuicios y de paso elogiar a su autora, Marisa López Soria, a quien conoció el año en el que engalanaron el pueblo con creaciones de crochet.

«Donde hay cuento, hay gente», apunta Begoña Velasco, para explicar que los más de 50 participantes en la actividad organizada por la Asociación Santa Columba residen, al menos en verano, en el pueblo. La presidenta de este colectivo, Teresa Martín, aclara que no compiten. Al finalizar los montajes, aún quedan rezagados, se realiza un sorteo de premios entre todos.

Ella está feliz con su Mago de Oz, que era el cuento preferido de su hija Laura cuando tenía 2 años. «Totorea, que viene vento'», decía la pequeña. Estos días, se repiten las exclamaciones de júbilo. ¡Mira, mi cuento preferido! Y puede ser cualquiera. Desde el relato alemán de la araña a la que nadie quiere hasta la Blancanieves que con maestría ha organizado Jovita al pie de la escalera de su casa. Cada enanito con su nombre, botellas recicladas que dan el pego como relucientes manzanas... Ella explota su habilidad como modista, Victorino (Tori) trabaja muy bien el hierro y Montse Pérez desborda imaginación y convierte un flautista de Hamelín descabezado por los vándalos una noche del pasado fin de semana en el abuelo Blas, que contará cuentos en una casete. 

Hasta en el establecimiento hostelero que ocupa el Castillo ha aparecido su fantasma, no muy lejos de una preciosa Rapunzel cuya rubia trenza recorre el tronco del árbol tallado, y de la colorida Alicia que da la bienvenida al visitante y le agasaja con un te. Porque en Olmillos de Sasamón se está a las mil maravillas.