No hace muchos años, desde estas páginas denunciábamos los embolsamientos de camiones aparcados en mitad de la ciudad y la falta de alternativas para los profesionales del transporte en los polígonos. Uno de los puntos negros señalados entonces era el barrio de Gamonal, las traseras de pueblo antiguo, del colegio Juan de Vallejo y del IES Pintor Luis Sáez concretamente, donde el peso de los tráileres -recuerdo- generaba unos baches en los que podían disfrutar los patos durante los días de lluvia. Hoy, a ese mismo lugar, acondicionado para un aparcamiento disuasorio, han vuelto los camiones, y muchos más incluso, aunque esta vez son casas habitadas. El traslado del mercado de frutas y verduras (qué pena) junto al Alcampo ha dejado espacio de sobra para las autocaravanas, y vienen a decenas, de todos los tamaños y condiciones, como en los mejores días de las barracas. Viendo el despliegue de vehículos, parece que el problema del aparcamiento es consustancial a Gamonal: antes sobraban camiones y coches y ahora sobran también autocaravanas, y sigue sin saberse dónde meter a tantos coches.

Este barrio no es un destino turístico y me temo que muchos de los que aparcan ahora en el mismo no son exactamente turistas, son una población flotante sobre ruedas ajena al barrio y, en muchos casos, a la ciudad. Habitan temporalmente, ni tributan ni pagan tasas. Lo de que consumen y gastan habrá que demostrarlo...

Detrás del nuevo fenómeno de las autocaravanas hay una forma de vida en movimiento que merece todos los respetos, pero que hay que encajar en una ciudad que ya tiene problemas sobrados de aparcamiento y movilidad y que además dispone de una oferta turística de alta calidad y vive de ella. No vale con pintar zonas de aparcamiento (que no se respetan) y poner un pozo de aguas negras a la puerta de los vecinos.