Tan asumida está la posición de debilidad del aeropuerto de Villafría que trasladar a la infraestructura local el crecimiento de la actividad registrado en todos los aeropuertos del entorno es una quimera. La dotación burgalesa vive su propia realidad tras dejar atrás un pasado lleno de turbulencias. Ahora se encuentra en un presente sujetado por la presencia de la iniciativa privada y mira al futuro con poco margen de maniobra. Al menos, a corto y medio plazo.
Con este panorama, el aeródromo suma ya dos años sin la dinamización de los vuelos comerciales que -según aseguraban entonces- tantas alegrías y recursos iban a ofrecer a la ciudad de Burgos desde el momento de su apertura en 2008. Atrás queda un XV aniversario extraño, triste por la ausencia de líneas regulares y aliviado por la buena respuesta obtenida con los vuelos chárter.
Villafría sumó un total de 4.053 pasajeros en 2023, prácticamente el doble de los registrados en un 2022 recordado como el peor año de su historia con 2.098 usuarios contabilizados. Este dato invita a explorar el desarrollo de las iniciativas privadas, aunque el repunte protagonizado no llega a los niveles de otras épocas de barbecho en el aeródromo local. Ahí están las referencias de los 4.682 pasajeros de 2016 y los 5.933 de 2016.
Salvo que el tiempo diga lo contrario el récord particular de los 35.500 pasajeros de 2010 y 2011 permanecerá inalcanzable en las circunstancias actuales. Máxime después de que el actual equipo de Gobierno formado por PP y Vox confirmara desde el momento de asumir su responsabilidad de la gestión la intención de dejar esta cuestión en un segundo plano.
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