Años de trabajo, nervios y alguna que otra lágrima. Jornadas muy frías, otras muy calurosas. Búsqueda incesante de documentación, fotografías y elementos relevantes para aclarar lo que un día fue Tamayo. El primer testimonio documental de la existencia del castillo data del año 967 y la villa fue un enclave medieval situado dentro del territorio de Oña, pero con pequeños propietarios libres y personalidad jurídica propia. Estos datos son tan solo una pincelada de lo que los visitantes del Museo de la Memoria descubrirán entre las cuatro paredes de la casa que entre unos pocos miembros de la Asociación Amigos Por Tamayo han rehabilitado. Las labores han costado pero la satisfacción por ver cumplido uno de sus sueños no tiene precio para Eduardo, escritor vasco, cuyo empeño por descifrar el pasado del pueblo que comparte nombre con su primer apellido le incitó a investigar durante años y a fundar la agrupación compuesta por centenares de personas de todo el mundo con su mismo sobrenombre.
El guardián de la historia de la localidad ya permite el paso a todos aquellos interesados en conocer algunos de los misterios que quedaron ocultos con el paso de los siglos. La visita promete no defraudar y gracias a la inclusión en la red de Museos Vivos tan solo es necesario reservar la hora prevista a través de su web museosvivos.com o un QR para obtener un código y acceder a las instalaciones por cuenta propia y gratuitamente.
Los paneles, libros y vídeos informativos despejarán dudas o simplemente aportarán datos hasta el momento desconocidos. «Como por ejemplo que una comitiva enviada por el Conde Sancho García de Castilla avistó a lo lejos una edificación protegida por el ocaso. El viaje tocaba a su fin y sin contratiempos. Los soldados atravesaron el río Oca y siguieron su ribera, se acercaron a la ladera rocosa que sustentaba en su dureza una fortificación edificada antes que el Monasterio de San Salvador», exponen fuentes de la Asociación. «O que mientras que la actividad oniense giraba en torno a su abadía, la localidad contaba a mediados del siglo XVIII con 13 arrieros profesionales que tenían a su disposición 58 caballerías, y fue morada de nobles castellanos», añaden.
Más de 400 documentos que hablan sobre los medios de vida en el pueblo a partir del siglo IX, datos sobre los personajes ilustres procedentes de todo el mundo y de diferentes épocas que comparten el apellido, multitud de instantáneas expuestas en las paredes y registradas digitalmente; libros, piezas halladas tanto en el interior como el exterior de las casas abandonadas décadas atrás y una extensa bibliografía completarán, entre otros tantos objetos, la exposición permanente.
Los gruesos muros de piedra sujetan varios tablones que rodean el museo y, divididos por siglos, muestran por etapas las curiosidades del lugar como el número de habitantes, nombres de las calles, países en los que la presencia de los Tamayo es notable, sin olvidar el triste periodo en el que la despoblación azotó fuertemente a la villa, dejándola prácticamente semiabandonada. Los turistas completarán la visita contemplando algunos elementos, como una beldadora antigua (máquina que cribaba y aventaba los granos de trigo y cebada, limpiándolos de restos de impurezas por medio de corrientes de aire y vibración), un reloj solar y diferentes aperos.
PARTICIPACIÓN. Además de la constante participación de algunos de los socios de UnPorTa para dar forma a la casa museo, cabe destacar el trabajo mural realizado por el artista Laka, natural de Ondarroa, en el que plasma a todo color en un tríptico una 'visita' área de Tamayo presidida por el escudo heráldico, los tiempos de guerra en un lateral y la vida de sus gentes al otro. A su vez, dibujos de varias perspectivas de la villa realizados a plumilla decoran las paredes originales de la vivienda en los espacios que quedan blancos.