Entre 16.200 y 18.100 burgaleses ya tienen consideración de enfermos crónicos complejos; es decir, personas con dos o más patologías sin remisión posible (insuficiencia cardíaca, diabetes y principio de alzhéimer, por poner uno de los muchos ejemplos posibles) y/o una situación sociosanitaria que indique una vulnerabilidad importante (cuidador de más de 80 años, haberse caído al menos una vez en el último año o estar polimedicado, entre otros supuestos). Estas cifras, oficiales y facilitadas por la Consejería de Sanidad, indican que entre un 4,6% y un 5,2% por ciento de la población burgalesa reúne estas características y, por tanto, necesita una asistencia que compromete especialmente a la Atención Primaria, dado que es la base del sistema, que se diseñó hace 40 años pensando en un paciente agudo. Es decir, para patologías pasajeras de resolución en un período corto. Y la realidad ya no tiene que ver.

El facultativo de Primaria y vicepresidente del Colegio de Médicos, José Herrero, explica con un ejemplo por qué el envejecimiento de la población es todo un reto para el sistema sanitario: «Si te llega a la consulta una persona mayor de 80 años, que vive sola o es viuda desde hace poco, que tiene patología crónica y un accidente cerebrovascular reciente, o un infarto o una EPOC y, quizá, una enfermedad terminal grave, no puedes resolverla en tres minutos. Es una persona muy dependiente, que te exige unos recursos y que también necesita una atención sociosanitaria, que es una parte indisoluble de la atención al paciente crónico. Y más si es complejo».

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