Lo que el asesino no pudo matar

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Lourdes del Hoyo fue asesinada en Orio (Guipúzcoa) el 17 de mayo por quien había sido su pareja. Sus cenizas reposarán en Palazuelos de la Sierra, de donde era oriunda y muy querida. Amigos y familiares recuerdan su sonrisa y mañana la homenajean

De izda. a dcha. y en representación de todos los amigos de Lourdes, Ovidio, Rafa, Eugenio, César, María, Juanjo, Cristina, Beatriz, Eva, Merche, Pedro, Carmen y Mari Carmen, a cuya izquierda está Teodoro. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

El feminicidio ocurrido en plena calle de Orio (Guipúzcoa) el pasado 17 de mayo no mereció la portada en ninguno de los periódicos de tirada nacional. La violencia de género hace ya mucho tiempo que se ventila en los medios de comunicación apenas con un número, cuatro detalles del caso, alguna declaración de los políticos de la zona donde ha ocurrido y un tuit del Ministerio de Igualdad, a pesar del goteo incesante de mujeres muertas. Y así, para la inmensa mayoría, fue la víctima número 18 de los crímenes machistas ocurridos en España desde enero de este año. Pero en Palazuelos de la Sierra, un pequeño pueblo a 30 kilómetros de Burgos, se paró el tiempo y se congelaron los corazones. Habían asesinado a sangre fría a Lourdes del Hoyo, originaria de allí, una amiga increíble, la mejor hija y la mejor hermana, una madre entregada, una mujer lista, inteligente, con una gran facilidad para los idiomas, la chica de la eterna sonrisa con la que este fin de semana la cuadrilla iba a celebrar su cumpleaños pues el viernes hubiera hecho 51. 

No pudo ser. Quien por un tiempo fue su pareja «jugó a ser Dios», como dice muy gráficamente Beatriz Alegre, prima de Lourdes, y la mató para suicidarse inmediatamente después. «¿Por qué tuvo que cruzarse en su camino un personaje como ese? ¡Qué injusta es la vida a veces! ¿Qué le puede pasar por la cabeza a alguien para hacer algo así?». se preguntan sus amigos, aún sumidos en el estupor, la rabia y la impotencia. Cuando una tragedia de este calibre deja de ser una noticia más en un informativo y cae a plomo en una familia o en un grupo de amistades todo son preguntas que, por desgracia, no tienen las respuestas que se buscan...  que, en realidad, no tienen ninguna respuesta. También hay comentarios y reflexiones sobre que existen hombres que aún se creen que las mujeres son de su pertenencia... Pero enseguida se corta esa deriva en la conversación: prefieren no hablar de él, de ese victimario salvaje y cobarde que solo merece el mayor de sus desprecios y su completo silencio.

Es inevitable, claro, que afloren las lágrimas y las palabras gruesas, pero son tan inteligentes en la cuadrilla de Lourdes que enseguida se recomponen para que el recuerdo de ella lo ilumine todo. Se quitan la palabra unos a otros para contar lo mucho que le gustaba su pueblo a pesar de haber nacido y vivir en el País Vasco y lo bien que lo había hecho para que sus hijos -dos adolescentes preciosos y responsables- se enamoraran del lugar del que procedían hasta tal punto que se habían aprendido el palitroque -una danza típica de allí- y lo habían bailado muchos años.

«Cada vez que podía venía, todas las vacaciones, en Semana Santa, en Navidad... le encantaba y disfrutaba mucho de estar en Palazuelos. Era una mujer muy alegre, una trabajadora incansable, que sacaba adelante a sus hijos y que siempre tenía con unas ganas locas de aprender. Estaba en su mejor momento... ¡Le han quedado tantas cosas por hacer!», añaden.

(El reportaje completo, en la edición impresa de este viernes de Diario de Burgos)