«Toda la vida trabajando... menudo palo más gordo»

L.N. / Caleruega
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Los hermanos Delgado, dueños de la nave de ovejas arrasada por el fuego en Caleruega, se muestran desolados por completo. Entre los 700 animales había 50 lechazos para salir al mercado

Millán y Benito tendrán que asimilar uno de los disgustos «más grandes» que han sufrido tras incendiarse su nave.

Los hermanos Delgado no pegaron ojo ayer en toda la noche. Se les hizo larga, casi eterna. El más mayor, Benito, de 60 años, cuenta que se levantó varias veces de la cama por los nervios, que no sabía ni qué hacer. Mucho menos cómo encajar «la desgracia» con la que se han encontrado de golpe y porrazo después de que un incendio arrasara gran parte de una de sus naves en Caleruega y dejase alrededor de 700 ovejas muertas por asfixia. Con los ojos notablemente irritados por el humo, y a la espera de sacar de su explotación ganadera los cadáveres de los animales, ambos admitían que les va a costar horrores asimilar semejante disgusto. La suya ha sido toda una vida de trabajo, esfuerzo y sacrificio diarios, sin festivos, ni fines de semana. Además, desde bien pequeños. Con apenas siete años, Benito ya iba a ayudar a su padre en los ratos libres que le dejaba la escuela. Lo han mamado desde la cuna y, por eso, su desolación no puede ser mayor. «Toda la vida trabajando para perderlo todo así, menudo palo más gordo, esto te hace polvo», exclamaba.

A su lado, Millán, de 56, asentía. «Que te pase algo así es muy duro. No te quedan ganas de nada». Máxime cuando Benito había estado en la nave una hora y media antes del terrible suceso. Confirmó que todo estaba en orden, como cada día, y regresó a su casa para desayunar. Poco después, en torno a las 9 y cuarto, el capataz de la cooperativa de Caleruega, cuyas instalaciones se hallan muy próximas a esta explotación ganadera, les avisó de que estaba ardiendo. «Me llamó y me dijo '¡vente, vente! Salimos pitando y de los nervios por poco nos matamos», recuerda Benito. Acto seguido, dieron aviso a los bomberos de Huerta de Rey, pero cuando llegaron, junto con otra dotación del parque de Aranda de Duero, apenas pudieron hacer nada por rescatar a los animales. Entre ellos, había en torno a 50 lechazos listos para salir al mercado. Pocas ovejas sobrevivieron al humo y las llamas y las que lo lograron fueron sacrificadas para evitarles más sufrimiento. «Estaban achicharradas. Qué pena», lamenta.

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