«Un coro tiene una labor social fundamental»

ALMUDENA SANZ
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Teresa Galaz deja en enero su cargo como presidenta de la Federación Coral Burgalesa. En esta entrevista con Diario de Burgos repasa sus cuatro años al frente de la entidad

Teresa Galaz, presidenta de la Federación Coral Burgalesa. - Foto: Alberto Rodrigo

No contenta con apagar las voces, la pandemia extendió un manto de sospecha en el mundo coral. La expulsión de gotículas al cantar lanzó un dedo acusatorio. Un recelo ya casi superado, pero que ha obligado a estos conjuntos a empezar casi de cero. Esa crisis ha minado los ánimos, especialmente en la Federación Coral Burgalesa. Lo reconoce su presidenta, Teresa Galaz (Burgos, 1972), que deja su cargo en enero tras cuatro años al frente de esta entidad que engloba a 21 formaciones con alrededor de 700 voces. «El tiempo de pandemia y pospandemia, de mover otra vez todo, ha sido agotador», confiesa esta profesora y coralista, que continuará como soldado raso en la Coral de Cámara de Burgos. «A mí me gusta mucho cantar, es una terapia, y el ambiente siempre es muy bueno. La labor social de un coro es muy importante», resalta sobre una actividad con una larga tradición en la provincia y que el domingo pasado vivió el Día Internacional del Canto Coral. 

¿En qué momento celebra esta fiesta la vida coral burgalesa?
El miedo a cantar en grupo de la pandemia ya ha pasado, hemos retomado los ensayos, hemos vuelto a hacer actuaciones, la gente ya nos llama, sobre todo a nivel local, porque sí se viaja menos a otras provincias para dar conciertos. Por otro lado, también es cierto que hay coros que se han tenido que renovar porque hay gente, sobre todo mayor, que no ha vuelto a cantar. La edad media siempre ha sido alta. La actividad ha vuelto, ahora ya solo falta hacernos visibles de nuevo, que las instituciones nos llamen más, que sí lo están haciendo, y que la gente vuelva a venir a los conciertos, que creo que hay muchas ganas. 

¿Han recuperado al público? 
Sí que empieza a venir, pero hasta hace poco seguía el miedo a juntarse con más gente en una sala o en una iglesia. Pero sí notamos que la gente tiene muchas ganas de actos culturales. 

¿Se puede decir que ya han vuelto a la situación previa a la pandemia? 
No, todavía no, además se une también la actual época de crisis. A los conciertos gratuitos la gente sí se anima, pero cuando hay que pagar hay problemas. Para muchos, esta actividad puede pasar a un segundo plano, tiene cosas más prioritarias. Nuestra sensación es que aún estamos en camino. Poco a poco. 

El envejecimiento de los coralistas es un viejo lamento. ¿Barajan alguna solución para acariciar ese deseado rejuvenecimiento? 
Es muy complicado. Antes de la pandemia, en la Federación hablamos de hacer campamentos corales para enganchar a los niños y hacer familiar esta actividad para ellos y, de este modo, conseguir que buscaran un coro cuando se van a estudiar fuera. Se planteó, e incluso introducirlos en los que hay de instrumentos, pero con la pandemia se quedó ahí. Porque en los colegios sí hay coros, alguno en los institutos, pero a partir de ahí se rompe el vínculo. De los colegios a la vida adulta no hay lugares donde cantar. En Burgos, coros juveniles solo tienen el Conservatorio, el Orfeón y la Schola, y suele ser gente que ya conoce ese mundo. 

¿La competencia es dura? 
Sí, aunque es verdad que en los conservatorios hay muchos chavales, por lo que existe ese interés, pero los perdemos cuando inician la universidad y se van a estudiar fuera.

Tras la pandemia, la actividad ha vuelto, ahora solo falta hacernos visibles de nuevo»

¿Por qué se tiene a la voz como un instrumento menor, como una cenicienta de la música? 
Igual es porque es algo que llevamos todos. Todos lo tenemos, es innato, se cree que es fácil, pero cantar bien requiere unas cualidades y significa formarse y estudiar mucho. Pero como se lleva puesto, parece que no requiere esfuerzo. 

Y que no cuesta dinero... 
Efectivamente. El canto es algo que llevamos, pero cantar bien y hacerlo bien en grupo supone mucho esfuerzo, muchas horas de ensayo, prepararse la partitura en casa, atender a los midis... Hay mucho trabajo detrás, la gente solo ve que sales al escenario y cantas. Todos en algún momento hemos cantado, en las fiestas del pueblo o con los amigos, y parece algo sencillo, pero no lo es. Cada proyecto lleva mucho tiempo y ninguno somos profesionales. 

¿Por qué Burgos con esa tradición coral no cuenta con ninguna formación profesional? 
Un coro profesional supone que la gente que forma parte de él va a recibir un sueldo. Debe haber una financiación detrás, y sí hay mucha cultura de coros en la provincia, pero siempre ha sido amateur. Igual es que nadie se lo ha planteado tampoco, nadie ve que pueda generar un beneficio, del tipo que sea. 

¿Sería muy descabellado plantear que igual que hay una Orquesta Sinfónica de Burgos, con financiación del Ayuntamiento, exista un coro con ese respaldo? 
No nos lo hemos planteado, pero es muy complicado. Se podría presentar un proyecto. Pedro Bartolomé, director de la Joven Orquesta Sinfónica de Burgos (Josbu), sí propuso seleccionar voces de entre todos los coros para afrontar proyectos importantes. Pero pasa una cosa, si tú formas un coro con las mejores voces de todos los de Burgos, mucha gente dejaría de ir a esos coros y perjudicaría de alguna manera a su existencia. Así se ve por parte de bastantes directores. Igual se presenta un proyecto y el Ayuntamiento dice adelante, como la OSBu, pero también es cierto que un coro formado por gente de Burgos que no somos profesionales necesitaría más horas de ensayo. Sí podría ser e incluso se debería hacer, pero es muy difícil. 

Hablaba antes del vacío entre los conjuntos escolares y los de adultos. ¿Qué papel debe interpretar el ámbito educativo para no caer en ese abismo? 
La música coral sí trabaja bien en las escuelas, pero creemos que hay que mirar al ámbito universitario. El coro debería plantearse como una asignatura, que enganchase a los alumnos. El de la Universidad de Burgos se ha quedado ahora como femenino por falta de hombres. Pero eso ocurre aquí, en otras universidades tienen lista de espera, por ejemplo en Salamanca, y esos jóvenes son los que luego derivan a muchos coros. Deberíamos plantearnos mejorar en esa etapa educativa universitaria. 

¿Qué parte de responsabilidad tienen los repertorios que se eligen? ¿Son lo suficientemente atractivos para esos jóvenes? 
Es verdad que, aunque hay compositores que hacen cosas nuevas, los coros tendemos a repertorios ya conocidos. Vamos por ciclos, ahora villancicos, en Semana Santa temas religiosos... Algunos sí innovan, como los que hacen música de cine, pero normalmente apostamos por un repertorio ya conocido para asegurarnos la manera de estudiarlo fácilmente. 

Una opción para rejuvenecernos sería enganchar a los niños con campamentos» 

La falta de voces masculinas es otra de las rémoras que arrastran. ¿Qué puede hacer la Federación para aliviarlo? 
Siempre ha habido más mujeres que hombres. Pasa aquí y en todas las ciudades. ¿Solución? No se la veo. 

¿Va a peor? 
No, es cíclico. Hay coros que de repente tienen pocos hombres y al cabo de unos años cuentan con más. Es más problema la edad avanzada en los coros. 

¿Esa mayoría de mujeres tiene su correspondencia en las alturas o se puede hablar de techo de cristal en el mundo coral aficionado? 
Yo creo que no hay techo de cristal. Tanto en la provincia como en la capital hay varias directoras, y generalmente sus coros se mueven mucho. Este mundo no distingue entre hombre y mujer, a los coralistas nos da igual, lo que necesitamos es que haya una persona que sepa lo que hace y nos sepa dirigir. 

¿Burgos es una tierra de oportunidades para los coros? 
Las instituciones deberían contar más con nosotros, pero no lo tenemos mal. La música coral tiene una labor social fundamental, no solo para quienes van a los conciertos, sino también para toda la gente que canta en uno y convive con quienes comparten esas mismas inquietudes musicales. Es una terapia y se debe mantener. En Burgos sí nos movemos. 

¿Qué acciones aparecen en la agenda más próxima de la Federación Coral Burgalesa? 
Ahora mismo, lo más inmediato son los conciertos de villancicos que ofreceremos en Navidad en el templete del Espolón y luego, en Semana Santa, el ciclo de música religiosa en iglesias. Queremos llevar a cabo un participativo, como los que hacíamos antes de la pandemia, que resultaban muy bien, y la Noche Blanca sería una oportunidad. 

¿Qué futuro augura a este ámbito ahora que abandona el bastón de mando? 
Tenemos que hacer todos de nuestra parte para que siga, porque tiene una labor social esencial, y será más fácil si de los conservatorios salen directores a los que les guste el mundo coral, debe haber una apuesta por formarlos. Cuando un coro tiene al frente a una persona que sabe lo que se hace se nota. Los directores juegan un papel fundamental. Si se consigue eso, tendrá futuro. 

¿Y el público? ¿Cómo es el patio de butacas en sus conciertos? ¿Está también envejecido? 
Hay de todo, depende del coro y del programa, hay muchas variables, pero es cierto que gente joven no se ve tanta. 

Hay margen para innovar, pero se hace poco»

¿Hay margen para la innovación? 
Sí, sí. Cuando tienes delante un coro puedes hacer lo que quieres, si el director logra entusiasmar con el proyecto puede conseguir lo que se proponga y, por supuesto, hay cabida para innovar. Deberíamos hacerlo todos para atraer a gente que no ha ido nunca a un concierto coral. 

¿Se hace poco ahora? 
Se innova poco. Ahora estamos en una etapa de volver otra vez y retomar lo que conoces. Pero hay coros que siempre están por esa línea de hacer cosas nuevas, primero por tus coralistas, para que no se vayan por repetir siempre lo mismo, y luego por la gente que te va a escuchar. Son variables a tener en cuenta y los directores desempeñan un papel fundamental. 

¿Hay ego entre los coralistas? 
Sí, lo hay. En el mundo artístico siempre lo hay y en un coro con una media de 30-40 personas, también. Los directores intentan aplacarlos, porque todos somos fundamentales, pero parecen inevitables.