Llegó el gran día. Sin duda, el más esperado del año por los briviescanos por todo lo que representa. La unión de toda una ciudad, el orgullo de proceder de ella y el respeto entre sus gentes se percibe como nunca cada 16 de agosto. Concentración en el escenario y a su alrededor. Parejas, familias y amigos con las manos entrelazadas, abrazados y aguantando la mirada. Una escena que ayer se repitió en la plaza Mayor de la capital burebana con motivo del canto del himno. Minutos antes de que el reloj de la torre marcara las 14 horas resultaba ya complicado encontrar un buen sitio para no perder detalle a la vez que resguardarse del sol. Y de repente, con su característico traje negro y su camisa blanca con chorreras, un emocionado Miguel de Alonso se asomó en el templete con una gran sonrisa en su rostro. Antes de iniciar la actuación transmitió su agradecimiento a los allí presentes.
La gente pedía silencio y cuando ni siquiera se escuchaba el vuelo de una mosca, la Banda Municipal de Música tocó los primeros acordes de la composición de Rafael Calleja y Pérez de Urbel. Los vecinos recitaron las estrofas, desde los más pequeños hasta los de mayor edad. También los visitantes que no conocían la letra participaron gracias a alguna ayuda extra en forma de papel. Estruendos, gritos y acordes: la ronda pasa, la ronda pasa, pasa cantando de casa en casa. Briviesca tiembla de gozo, la copla estalla, la copla estalla, lleva los ecos de la rondalla. Cantemos de la Patria la canción, resuene con su nombre nuestra voz. ¡Briviesca, tierra madre, bella flor y nido de amor!
El tenor, muy centrado en una obra según él «corta pero muy fuerte», entonó a continuación los siguientes versos. Agarrado con la mano izquierda a la barandilla y con la derecha sobre el corazón como modo de gratitud, observaba a su público a la vez que cantaba. Aparentemente más emocionado que en anteriores ocasiones ofreció una intervención a la que nadie quitó el ojo. Con la potencia y el sentimiento que le caracteriza -no utiliza micrófono- de Alonso afinó los primeros versos. Consciente de que el peso de la responsabilidad recae sobre él y la dificultad de la intervención, volvió a provocar un estallido de alegría. «Los nervios siempre están ahí a pesar de que me he subido a este escenario en 37 ocasiones, y aunque he actuado en muchísimas países del mundo esta cita es diferente, es especial», declaró a este periódico.
Y llegaron las sonrisas y lágrimas. Aquellas que cada año afloran en un momento sumamente significativo para todos. La reina mayor, Saioa Vilumbrales, y el resto de la corte real no pudieron evitar mostrar sus sentimientos a través de unos ojos encharcados de lágrimas que acabaron por deslizarse por sus mejillas, un episodio generalizado entre parte del público presente, que secaba las gotas con discreción. Junto a los representantes más jóvenes de los festejos se situaron frente al escenario las autoridades, encabezadas por el alcalde José Solas.
Los hay que nunca se han perdido el acto, como María Ángeles, que acompañada de su hija Silvia, su nieta María y su biznieto Enaitz, rememoró las anécdotas vividas con su familia cuando era una niña. Este año será el primero que pasa sin su marido y eso conlleva doble emoción.
También los hay que desde adolescentes no pisaban la plaza, como Jesús Fernández, que residió en la ciudad hasta que sus padres se mudaron por motivos laborales. De eso ya han pasado diez años y el hecho de disfrutar del acto le hizo «muy feliz». Para Julia González, argentina residiendo en Australia, las ciudad, sus fiestas y el canto fueron todo un descubrimiento. Amiga íntima de una briviescana, decidió modificar el itinerario de sus vacaciones por España y conocer las tradiciones. Quedó maravillada del ambiente existente a todas horas y de la pasión que demostró el público al entonar los versos.
Colofón. Llegó el final, el momento de los aplausos, el de los abrazos, besos y los te quiero. Una jornada de celebración más íntima que continuó con la feria taurina, un desfile de peñas, las vaquillas, el toro de fuego, los bailables con las charangas, el concierto de Farrustel&La Farrulata y la macrodiscoteca. Para hoy, séptimo día de unas fiestas inolvidables, está programado el desfile y la batalla del agua, la merienda campestre, la gala de la canción del verano, el entierro de San Roquín, la subida de blusas y la última traca. Briviesca se despide hoy de una semana mágica.