La Junta sigue apoyando a muchos menores tutelados a los 18

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Les ofrece ayuda económica mediante la Renta Garantizada de Ciudadanía y la opción de seguir en sus centros o en familias de acogida hasta los 21. La ONG Juan Soñador gestiona varios pisos donde estos jóvenes dan sus primeros pasos en la vida adulta

Aunque la mayoría de edad legal son los 18 años pocos jóvenes están preparados para independizarse a esa edad. - Foto: Luis López Araico

Cualquier familia sabe que el adolescente que tiene en casa es igual de inmaduro, inseguro y nada preparado para enfrentarse a la vida adulta el día de su cumpleaños en el que sopla 18 velas que la jornada inmediatamente anterior. Por eso, a nadie se le ocurriría 'expulsarle al mundo' en el mismo momento en el que alcanza la mayoría de edad legal. A esa falta de preparación emocional y de recursos económicos se le une el hecho de que la inmensa mayoría están estudiando y con planes de seguir haciéndolo. A las chicas y los chicos protegidos por la Administración les pasa absolutamente lo mismo, pero por ley en ese momento estarían ya fuera de su tutela. Por eso, el área de Servicios Sociales de la Junta -encargado de la protección a la infancia- tiene previsto lo que denomina en el lenguaje burocrático una prolongación de actuaciones, es decir, que al cumplir los 18 los educadores de los centros en los que viven o las familias de acogida se siguen ocupando de su evolución y de prepararles para la vida adulta.

Así es, habitualmente, en buena parte de los casos. En el año 2022, por ejemplo, de todos los tutelados en Burgos que se hicieron mayores de edad, 19 en total, 8 han seguido bajo la atención administrativa 4 en centros (tres chicas y un chico) y 4 en acogimiento familiar (dos chicas y dos chicos). «Cuando a un menor se le orienta para la vida independiente, ya se hacen actuaciones desde los centros para prepararles para que lleven a cabo una vida autónoma cuando llegue su mayoría de edad.  Algunos de ellos realizan formación ocupacional y se inscriben en el servicio público de empleo recibiendo orientación desde el Ecyl y desde los centros en que se encuentren, para la búsqueda de empleo y para la adquisición de habilidades para vida autónoma», explica la gerente de Servicios Sociales, Marian Paniego.

Pero hay otros en los que la incorporación laboral no parece tan cercana y el proyecto es seguir, por ejemplo, estudios universitarios. Y ahí es cuando se mantienen en los centros en los que habían vivido hasta ahora o en las familias de acogida. En este último caso, Paniego afirma que si la experiencia ha sido un éxito, es decir, que ambas partes están cómodas, la convivencia puede seguir ya al margen de la Administración.

Hay una tercera opción y es que los ya mayores de edad accedan a varios de los pisos que la Fundación Juan Soñador tiene en la comunidad autónoma. En el caso de Burgos (hay otros dos en León, uno en Palencia y otro en Valladolid) tiene tres plazas y está sostenido económicamente por la Junta y por el Ayuntamiento. «Cuando cumplen los 18 se cierra la medida protectora y se les deriva a este recurso, donde ya no tienen un cuidado permanente de los educadores, sino que se hace otro acompañamiento y trabajo educativo con el objetivo de que se preparen de la mejor manera posible para la vida adulta», dice Imelda Navarro, directora de la Fundación en Burgos.

Libertad y responsabilidad. Se trabaja con ellos la gestión de ayudas económicas -por su condición de exmenores tutelados tienen derecho a recibir la Renta Garantizada de Ciudadanía-, habilidades de emancipación y del hogar como hacer un presupuesto, ceñirse a él o poner una lavadora, «haciendo mucho hincapié en el binomio libertad/responsabilidad», precisa Navarro, que indica también que les ayudan a establecer una red social y de amistad y a mantener, si es que tienen alguno, contacto con su familia biológica: «Queremos también que se conviertan en ciudadanos responsables, que participen en asociaciones o entidades de la ciudad y que tengan muy presente la igualdad entre mujeres y hombres».

El piso que tiene en Burgos la Fundación Juan Soñador -que cumple ahora su 25 aniversario- se abrió en 2013 y desde ese año han pasado por allí 46 jóvenes, que han tenido una estancia media entre año y medio y dos años antes de independizarse del todo. «Por lo general y por las circunstancias que han tenido que vivir -afirma Imelda Navarro- se trata de chicas y chicos muy resilientes, listos y hábiles que sacan adelante sus vidas y cogen al vuelo todas las oportunidades que se les presentan y por eso hay muchos proyectos de éxito, como los que terminan la universidad o los que enseguida montan sus propias empresas. En sus vidas sufren una 'aceleración del tiempo' porque tienen que hacer en un par de años lo que otros desarrollan en ocho o diez».